Siria suda sangre y arde el conflicto del Congo en la
frontera con Ruanda. Agoniza julio y Groenlandia se derrite. Y, como icebergs
de lujo, los corazones helados de algunos compañeros de viaje como Esther
Tusquets y Peces Barba -lúcidos, intelectuales, arrebatadores- migran hoy a la
deriva de ese infinito incierto.
Esta noche en Santander vuelan otros pájaros, y Joaquín
Sabina recuerda, muy bien entrevistado por Álvaro Machín, al capitán del
Concordia que abandonó el primero el barco, como hacen los ricos de España en
nuestra peculiar orquesta del Titánic, que los muy golfos –que diría el de Úbeda-
están venga sacar los dineros al extranjero, fuera del redil del corralito
nacional.
Anoche su verdadero enemigo íntimo, no Fito, sino Manolo Tena,
a quien robó una novia hace algunas décadas, ejerció de metafórico telonero con
un recital improvisado a golpe de orquesta de verbena que no sonó bien, que no transpiró
emoción, pero que desde luego rebosó honestidad y excitó igualmente el recuerdo
de nuestros felices y despreocupados años, cuando también el paro nos golpeaba
con una dureza extrema y vivíamos sin móviles, ni protección solar, ni vuelos de
bajo coste, ni bífidus, ni Internet.
Siento perderme el vuelo de los pájaros Serrat y Sabina, pero
ya que son ricos y que profetizan que esto se hunde, podían habernos bajado un
poco el precio del concierto porque una entrada equivale al excesivo precio de dos
cedés y medio.
Reconozco que en sintonía con Groenlandia, por mímesis con su
derretida capa de hielo, el ardor del estío me ha templado la pasión que me
condujo a sus palabras y profeso cierto escepticismo ante tanto exceso de compromiso
oral, puesto de moda por Urdangarín, que cobró 300.000 euros por un informe
evanescente como un holograma.
Le ha emulado el alcalde socialista de Liérganes, que ha
pagado 15.400 euros a un abogado por un informe verbal -cuya emisión en toda lógica
no puede acreditarse fehacientemente- y que, para colmo, se usó como base para
despedir a dos auxiliares de policía.
En Reinosa un albañil declara que el concejal de obras le pagó
trabajos que no hizo y leo que el Gobierno de Zapatero gastó gastó 18 millones
de euros en trenes para Feve que no pueden funcionar. Compruebo, pues, que
España avanza a toda máquina y que –como dice un ciudadano que se llama Sergio
y es mi primo- debemos ser el país más rico del mundo, porque pasan los años y todavía
queda algo que robar.
Metidos en fiesta, un taxista revienta el alcoholímetro en
plena carrera de la Semana Grande. El alcalde De la Serna sale a hombros por la
puerta de la Federación Española de Municipios que, como el Senado, son
organismos que aún están por demostrar su necesidad. Y en Calabria Covadonga dos
clanes depuran asperezas a golpe de gatillo.
Lo suscribo. El futuro está en el horizonte eléctrico de los
Deltonos. El mejor concierto del verano nos sopló un estribillo de viejas esperanzas para tiempos
inciertos.