El
otro día falleció una señora que se llamaba María Luisa pero se hacía llamar
Pilila, así rezaba con extravagante orgullo en la esquela que publicaba la
prensa local. En otra, Cuquis, Cuca y Chuco pedían por el alma de su suegra. Ahora
que Cantabria organiza la Semana Internacional de la Mujer, algún experto
podría explicar esta absurda tendencia al apodo que pervive en la región, y que
se acrecienta con fiereza y rebeldía entre las señoras bien de la capital,
especialmente en damas de rubio y laca, de cardado y mecha, que aún se anuncian
en las peluquerías y salones de manicura como ‘señoras de’, porque en esencia
no constituyen más que un apéndice el apellido masculino que las mantiene.
Las
pololas y pitucas disponen de una cantidad indecente de tiempo libre que no se
puede amortizar solo en ir de compras, por eso se agrupan en colonias al calor
de las tertulias vespertinas donde se despellejan unas a otras, siendo habitual
disparar los dardos envenenados con quien ese día acusa ausencia.
Su
ritual de compras es perverso. Hablan en voz alta interrumpiendo las
conversaciones del resto de los clientes, exigen ser atendidas sin esperas,
soban y critican el género que dejan caer con desprecio sobre el mostrador.
Piden ver todo y no compran nada. Vuelven otro día. Actúan siempre en parejas
de cuquis, para contar con un interlocutor que reafirme sus comentarios. Sin ir
más lejos, el otro día en la cola del Zara una Cuqui embutida en un sueter de
leopardo le decía por teléfono a otra compañera de especie: “En cuanto salga de
aquí me voy a chupar unas patas al Marucho”. La vulgaridad de la expresión ilustra
a la perfección el fenómeno del pololismo santanderino.
Algunas
endurecen músculos en el gimnasio, para proteger su hábitat. A otras el marido
les pone una tienda en la que, por
supuesto, solo compran conocidas con pedigrí, y que acaba fracasando cuando el
que paga no tiene más dinero negro que disimular.
Todas
comparten la tradición del rastrillo benéfico, donde se venden unas a otras
todos los objetos y ropa que ya no les gustan. Hacer caridad las vuelve locas, porque
las permite agotarse haciendo algo –más allá de la clase de golf y tenis- que
se parece al trabajo, una sensación realmente fascinante para esta especie, que
solo madruga si tiene cita a primera hora en la peluquería.
Ahora
que se reparten menos canapés para fingir austeridad, las pololas y pitucas de
Santander tienen pocas ocasiones de presumir de sus falsificaciones de
mercadillo en eventos sociales. Pero ya están sonando los acordes de una nueva
cita que, además, se anuncia en inglés, Cantabria
Woman´s Week, para despejar dudas de la casposidad y el decrépito glamour del
programa, que se define como la Semana
Internacional de la Mujer, ambición a todas luces imposible puesto que la
invitada estrella es una actriz española, Asumpta Serna, que viene con su marido
–muy apropiado el ejemplo de mujer dependiente en un foro como éste-, a quien
también se ha contratado como ponente. Entre sus méritos, ser marido de, actor
y escocés, lo que sin duda cubre la expectativa de internacionalidad.
Lo
que importa es celebrar el día de la mujer con un escaparate donde las cuquis y
pitucas, las pololas, chachitas y chucas puedan lucir en las fotos de ecos de
sociedad fingiendo creerse mujeres independientes por un día, mientras se
reflejan en el espejo de la Corinna de turno al tiempo que les hacen la
manicura francesa en los pies.
Para
qué molestarse en organizar foros útiles e interesantes cuando podemos
celebrarlo sin complicarnos en analizar la progresión de la presencia femenina
en puestos directivos, la repercusión y desarrollo de la Ley de Violencia de
Género, sin denunciar la situación de las mujeres en otros rincones del mundo.
Sin compartir la experiencia de mujeres relevantes que dirigen grandes
empresas, o las lecciones magistrales de aquellas que investigan y destacan en
sus cátedras.
Pero,
sobre todo, hace falta ejecutar un riguroso estudio multidisciplinar de la propensión
genética en la proliferación de pololas y pitucas en el hábitat de la bahía de
Santander.
Como
dijo Oscar Wilde, solo hay una cosa en el mundo peor que estar en boca de los
demás, y es no estar en boca de nadie. Es el principio esencial de toda pituca,
cuqui o polola. Figurar.