lunes, 23 de julio de 2012

El premio al ridículo del Gobierno de Cantabria y Caja Rural de Burgos


El silencio es más cómodo. Pero el periodismo no es oficio para cobardes. La verdad es que el viernes tuve un buen día porque, sin esperarlo, me comunicaron que había ganado la primera edición de un premio de periodismo de apoyo al comercio que organiza el Gobierno de Cantabria y Caja Rural Burgos.
Cinco representantes de cinco instituciones cántabras, Gobierno de Cantabria, Universidad de Cantabria, Cámara de Comercio, Caja Rural de Burgos y Asociación de la Prensa de Cantabria, decidieron por unanimidad otorgarme un premio que me causó –porqué no reconocerlo- enorme sorpresa y agrado.

El lunes, a las diez de la mañana, me llamaron para quitármelo. Un empleado de Caja Rural Burgos, el mismo que el viernes me alegró el día, farfulló compungido unas palabras inconexas de disculpa para acabar reconociendo: “Ya no tienes el premio”. “Yo doy la cara, pero son cosas del Gobierno”, añadió. Obviando el fallo del viernes, el Gobierno convocó otro jurado precipitadamente esta misma mañana. Ese jurado estaba deliberando otra posibilidad mientras el empleado me aseguraba que, en esta repesca, ya no iba a ganar.

Las bases del certamen dicen que es democráticamente inapelable. Pero me pregunto cuál de los dos fallos no se pueden apelar. Si el legal del viernes, o el apaño del lunes, porque a estas alturas hay dos actas firmadas, con dos fallos, con dos ganadores.

La verdad es que la actuación de Caja Rural Burgos solo confirma el estigma de corrupción que acompaña su nombre y el del resto de entidades bancarias que nos han conducido al abismo del rescate.

En cuando a la directora de orquesta, la señora Ana España, responsable de Comercio y Consumo del Gobierno de Cantabria, poco más se puede añadir a la falta de rigor que se desprende de su comportamiento, absolutamente impropio de un cargo público. Pero para qué pedir su cese, si vendría otra igual. A estas alturas de la película pública ya no nos creemos los mensajes de honestidad del presidente Ignacio Diego. Las palabras de los políticos están absolutamente desacreditadas, cuando son capaces de corromperse hasta en un asunto tan menor como éste. Qué no harán en asuntos más severos.

Supongo que este tipo de gente acostumbra a dictar veredictos a su voluntad aprovechándose de la pasividad de los ciudadanos, que nos callamos la boca y nos lamemos las heridas en casa.

Es solo un premio. Ni siquiera es importante. Un pequeño certamen regional. Un premio que he merecido pero que me niegan, supongo que para entregar a una pluma más afín, menos molesta, menos libre.

Pero yo con mi denuncia, con mis palabras, quiero seguir siendo incómoda. Ya me han despojado del galardón, pero no de mi pluma encendida y afilada. Quiero evitar que mañana le pase lo mismo a otro compañero. Quiero conseguir que el talento sea el único mérito que puntúe en la próxima convocatoria de este premio que acaba de desacreditarse por sí solo. Sirva este texto también como aviso a navegantes, para futuros e ilusionados participantes en próximas entregas.

Esta tarde a las siete y media en el Paraninfo de la Universidad de Cantabria le entregan a otro mi premio. Pueden ustedes ir a aplaudirle.