El silencio es más cómodo. Pero
el periodismo no es oficio para cobardes. La verdad es que el viernes tuve un
buen día porque, sin esperarlo, me comunicaron que había ganado la primera
edición de un premio de periodismo de apoyo al comercio que organiza el
Gobierno de Cantabria y Caja Rural Burgos.
Cinco representantes de cinco
instituciones cántabras, Gobierno de Cantabria, Universidad de Cantabria,
Cámara de Comercio, Caja Rural de Burgos y Asociación de la Prensa de
Cantabria, decidieron por unanimidad otorgarme un premio que me causó –porqué
no reconocerlo- enorme sorpresa y agrado.
El lunes, a las diez de la
mañana, me llamaron para quitármelo. Un empleado de Caja Rural Burgos, el mismo
que el viernes me alegró el día, farfulló compungido unas palabras inconexas de
disculpa para acabar reconociendo: “Ya no tienes el premio”. “Yo doy la cara,
pero son cosas del Gobierno”, añadió. Obviando el fallo del viernes, el
Gobierno convocó otro jurado precipitadamente esta misma mañana. Ese jurado
estaba deliberando otra posibilidad mientras el empleado me aseguraba que, en
esta repesca, ya no iba a ganar.
Las bases del certamen dicen que
es democráticamente inapelable. Pero me pregunto cuál de los dos fallos no se
pueden apelar. Si el legal del viernes, o el apaño del lunes, porque a estas
alturas hay dos actas firmadas, con dos fallos, con dos ganadores.
La verdad es que la actuación de
Caja Rural Burgos solo confirma el estigma de corrupción que acompaña su nombre
y el del resto de entidades bancarias que nos han conducido al abismo del
rescate.
En cuando a la directora de
orquesta, la señora Ana España, responsable de Comercio y Consumo del Gobierno
de Cantabria, poco más se puede añadir a la falta de rigor que se desprende de
su comportamiento, absolutamente impropio de un cargo público. Pero para qué
pedir su cese, si vendría otra igual. A estas alturas de la película pública ya
no nos creemos los mensajes de honestidad del presidente Ignacio Diego. Las
palabras de los políticos están absolutamente desacreditadas, cuando son
capaces de corromperse hasta en un asunto tan menor como éste. Qué no harán en
asuntos más severos.
Supongo que este tipo de gente
acostumbra a dictar veredictos a su voluntad aprovechándose de la pasividad de
los ciudadanos, que nos callamos la boca y nos lamemos las heridas en casa.
Es solo un premio. Ni siquiera es
importante. Un pequeño certamen regional. Un premio que he merecido pero que me
niegan, supongo que para entregar a una pluma más afín, menos molesta, menos
libre.
Pero yo con mi denuncia, con mis
palabras, quiero seguir siendo incómoda. Ya me han despojado del galardón, pero
no de mi pluma encendida y afilada. Quiero evitar que mañana le pase lo mismo a
otro compañero. Quiero conseguir que el talento sea el único mérito que puntúe
en la próxima convocatoria de este premio que acaba de desacreditarse por sí
solo. Sirva este texto también como aviso a navegantes, para futuros e ilusionados
participantes en próximas entregas.
Esta tarde a las siete y media en
el Paraninfo de la Universidad de Cantabria le entregan a otro mi premio. Pueden
ustedes ir a aplaudirle.