Miss Grijuela me acaba de proponer la
lectura de un extravagante texto que me ha ayudado a comprender muchas cosas. Yo
no entendía nada. Suponía que cuando alguien se atreve a dirigir un país a la
deriva tendría recursos para no conducirlo a la quiebra o, al menos, sabría que
decisiones tomar. Pensaba que eran personas competentes, con una información y
conocimientos superiores a la media de los ciudadanos. Mi decepción es que,
también estos, solo fortalecen el descrédito de los anteriores. Salvo casos francamente
excepcionales somos gobernados por mediocres, para colmo más preocupados por
favorecer a las élites que a los ciudadanos.
No puede haber tantos incompetentes en la
pirámide: En los sucesivos gobiernos, en las administraciones locales y
regionales, al frente de la quiebra de grandes empresas y clubes de fútbol,
detrás de la ruina de las cajas de ahorro, en los consejos de administración de
constructoras arruinadas, dirigiendo peligrosamente la sanidad pública o editando
telediarios.
El artículo que ha descubierto Miss Griju
nos ilumina un poco. El profesor García de Leaniz sostiene que esta crisis es
una apoteosis de lo mediocre, tanto en la empresa como en la política. Y, al
parecer, estamos asistiendo al triunfo de la incompetencia, que es siempre el
fracaso de toda empresa y sociedad, revela este señor. Algo habíamos notado.
Las personas con talento –advierte- pueden
resultar molestas. Generan cambios, exigen, tienen ideas. Sábato decía que ser original
es poner de manifiesto la mediocridad de los demás.
Cuando alguien no es precisamente
brillante no tiene iniciativa, ni ideas, y resulta que eso puede ser bueno para
determinadas organizaciones porque se dejan presionar por las iniciativas y los
intereses de otros, normalmente poderosos, y se tienen menos escrúpulos. Al
parecer la estupidez puede llegar incluso a ser productiva. El texto no aclara
para quien, si para si mismo -me apunto a ésta- o para el resto.
Tenemos el reciente caso de las ciudadanas Borbón y Mato que se han salvado del cadalso por declararse tontas. Peor
paradas han salido Pantoja y Zaldívar, quienes al parecer exhiben una notoria
competencia intelectual superior a la de una ministra de España que ahí sigue,
para confirmar esta teoría de la mediocridad, una vez reconocida públicamente su
minusvalía.
Pero lo peor de todo es que, además, los
mediocres se rodean de pelotas. Una mezcla explosiva, imbatible. En España hay 450.000
políticos y sindicalistas (65.130 liberados), y cerca de 20.000 asesores nombrados a dedo. Una élite
dirigente que, por supuesto, derrocha talento. No hay más que ver cómo está el
país.
Ya lo dijo Euripides, frente a una
muchedumbre los mediocres son los más elocuentes.