Carlos
Fuentes decía que el pasado está escrito en la memoria y el futuro está
presente en el deseo. Pero una parte del pretérito se puede reescribir desde el
presente ahora que las biografías de algunos personajes tienen una segunda
oportunidad para salir a la luz, sin los errores de la primera edición.
En
estos tiempos de zozobra por la quiebra capitalista en lugar de volver los ojos
a Marx hemos resucitado a March. El contrabandista de tabaco mallorquín que
acabó siendo uno de los banqueros más ricos del mundo ha sido exhumado para
cotejar su adn con el de su presunta heredera bastarda. Hace poco desenterraron
a Neruda, a Yaser Arafat, a Salvador Allende y hasta a la momia del general Prim,
para aplicar las técnicas de CSI y dilucidar cómo murieron realmente.
Este
constante desenterrar el pasado nos permite hacer lecturas diferentes y
cambiar, si procede, la historia. Descubrir asesinatos, certificar hijos ilegítimos;
ahora ya nadie se lleva sus secretos a la tumba porque estos son profanados con
el acuse de una orden judicial.
Todo
se analiza con rigor en los laboratorios, desde los esqueletos de Atapuerca hasta
la composición de las albóndigas de Ikea. Toda materia puede analizarse y cuantificarse.
Ojalá
fuese igual de fácil determinar el componente ideológico de los grandes
partidos políticos, ahora que se presentan tan descafeinados y que tantas
dificultades encuentran para averiguar qué opinión tienen de las cosas. Hoy, el
alcalde de un pequeño municipio cántabro, presume en la prensa de que ha sido
concejal con el PSOE y alcalde con el PP y ahora con el PRC. “Ser independiente
me permite liderar cualquier lista”, explica. Él tiene los votos de la mayoría
de sus vecinos y cada legislatura los subasta en una reñida puja en la que cada
partido político hace sus promesas electorales. Entonces el alcalde se cuelga
la escarapela del que más le conviene en ese momento. A eso le llama independencia.
En
segundo plano quedan los principios, las motivaciones ideológicas, las
convicciones. Lo importante es ganar. Por eso no conviene tener ideas demasiado
contundentes sobre las cosas, no sea que se moleste algún votante. Algunas
veces, véase el PSOE, hay que defender una cosa y la contraria, como en
Cataluña. Y en el peor de los casos hacer como Carmen Chacón, mantenerse en una
cobarde postura intermedia para no desairar a nadie, que es la forma de quedar
mal con todos. La solución de los de arriba es sancionarles con una multa por
no votar lo que ellos ordenan, sino en lo que creen o, al menos, lo que menos
enturbia su futuro político. Otros, como el de Ponferrada, cuando tienen que
elegir entre ser socialista o alcalde con el apoyo de un acosador se inclinan
por lo segundo. Ya lo dijo Nietzsche todo idealismo frente a la necesidad es un
engaño, y toda convicción es una cárcel. Y lo remató Groucho Marx: Estos son
mis principios, si no le gustan tengo otros.
Pío
Baroja lo explicaba muy bien. Somos grandes constructores de ilusiones, hasta
que hacemos lo posible por destruirlas.