Rajoy y Merkel han tenido su
peculiar travesía fluvial en Chicago a bordo del ‘First lady’, emulando así ese
recorrido emocional que Bogart y Herpburn dibujaron a bordo del ‘Reina de
África’; aunque en esta ocasión los protagonistas no sorteaban meandros huyendo
de las tropas alemanas, sino que el actor masculino protagonizaba un codiciado
encontronazo con el máximo mando alemán mecido en el cascarón de una góndola
contemporánea.
Alemana y español se han repartido
los papeles de aquella fascinante aventura en la que dos seres antagónicos forzados
a convivir derriten su carácter en uno de los duelos amorosos más potentes de
la pantalla grande. Ángela era Bogart y Rajoy la Herpburn. Rudo capitán y puritana
misionera. Y el final no ha sido el mismo, aunque en la travesía de Michigan
alguno haya querido tratar de cambiar los papeles.
Todos esos hombres que dirigen el
mundo no son más que polichinelas mariposeando como juveniles pretendientes el
corazón de Ángela, blindado tras un acerado estoicismo ultraliberal. Pero nuestro
Mariano, poco ducho en el papel de galán, ha tenido que suplicar una cita a su
amada a lo antiguo. Durante hora y media navegaron por el río Michigan. Más
tradicional, imposible. Rajoy trató de tranquilizar a Merkel pronunciando una
de sus inquietantes frases: “Haremos lo que hay que hacer”, una de esas
sentencias que nos dejan sometidos al limbo de incertidumbre en el que
habitamos desde hace ya demasiados meses, aún siendo conscientes de que los pronósticos económicos son como la
meteorología en el norte. Impredecibles.
Rajoy trata de rentabilizar la
travesía en el ‘First Lady’ presentándole a la germana sus credenciales, le
dice que España ya ha hecho los deberes y que, ya que sigue sus recetas al pie
de la letra, debería corresponderle con más cariño. Pero, ella, como una jovencita
caprichosa, desdeña las ofrendas económicas del amado. Y a lo mejor le viene a
la mente esa ley de transparencia, por ejemplo, que hace Rajoy cuya principal
cualidad es ser opaca. O esa negativa, que tanta confianza inspira a los
mercados, de no depurar responsabilidades en Bankia. O el hecho de que Rajoy
haya dicho que va a someter a los bancos a controles profundos, confirmando así
que hasta ahora no se ha hecho, por cuanto todavía nos pueden esperar algunos desagradables
rescates más.
El hecho de que con otros se reúna
formalmente y, con Rajoy, de paseo por el río, acentúa el papel del
español como el pretendiente que corteja a la gran dama y le suplica que le
permita declararse, mientras aquellos aspirantes con mayores posibilidades confabulan
alrededor de una mesa –redonda- concibiendo nuevas torturas para los esclavos de
la parodia financiera europea.
En cualquier caso, se hace tarde,
y más allá de las conclusiones cortesanas –que diría Peñafiel- sobre el
resultado del paseo fluvial de algunos diarios españoles, ya va siendo hora de
que la maestra apruebe al aplicado alumno, y de que el servilismo económico
financiero de España hacia Alemania reciba, al menos, unas palabras de aliento
de su mentora.
“Si tienes un mensaje para
alguien no se lo das en un barco”, comentó un diplomático al acabar la
travesía. A menos que sea de amor. Esperemos, pues, que el paseo de Katharine y
Humphrey fructifique. Ya lo dice Gandhi, hay que tener paciencia. Primero te
ignoran, después se ríen de ti, después te pegan, y al final ganas. Solo nos
queda por resolver en qué fase se encuentra la relación entre los tripulantes
del Reina de África.