viernes, 18 de mayo de 2012

Artillería gramatical


Hace siglos Quevedo se preguntó por qué se ha de sentir lo que se dice y nunca se ha de decir lo que se siente. La respuesta, entonces y ahora, es que no resulta conveniente. Los ataques de sinceridad se consideran peligrosa artillería gramatical. Es más cómodo y rentable aplicar la tibieza, la moderación, la respuesta mecánica que menos moleste, no importa lo alejada que esté de la razón y la verdad. Decir lo que se piensa nunca es útil, y a la vez explica que frecuentemente se diga una cosa y luego se haga la contraria.

Hoy nos dicen que la debacle griega dispara la prima de riesgo, ayer la disparaba la falta de confianza en el gobierno socialista. Hoy los indignados están manipulados por la izquierda, ayer eran descontentos con el gobierno del PSOE. Hoy el paro crece merced a una reforma laboral que garantiza la supervivencia de las empresas españolas, ayer era culpa del inútil de Zapatero. Hoy es imprescindible subir el IVA para salvar al país de la ruina económica, ayer Esperanza Aguirre emprendía una campaña de insumisión para no pagar este impuesto. Hoy estamos construyendo un campo de hockey olímpico en Santander y ayer nos llamaban la atención por la escandalosa deuda municipal. Hoy tenemos 10.000 millones de euros para sanear bancos y ayer estábamos tan arruinados que no había más remedio que subir los impuestos, recortar en educación y en sanidad. Hoy es nulo despedir por motivos políticos a quien ayer fue lícito contratar por la misma causa. Hoy hay que cerrar una residencia en la que ayer se invirtieron cuatro millones de euros para reformarla.

Los ciudadanos soportamos explicaciones contradictorias sin inmutarnos. Ni ellos se creen lo que dicen ni nosotros lo que nos cuentan. Pero todos queremos tener opiniones, aunque no todos seamos capaces de pensar.