La cultura, penalizada ahora con el IVA máximo, es un lujo. Por
eso nos quedamos en la charanga, que es igual de cara pero más evanescente y
mucho más aplaudida; ligera de consumir. Entre San Fermín y Santiago se han
aprobado unos recortes económicos que han desatado la ira de miles de
ciudadanos que ayer se quitaron el pañuelo rojo, se manifestaron con camiseta
negra y hoy se anudan la pañoleta azul para acompañar el pistoletazo de la
Semana Grande de Santander. Son inexplicables momentos de tregua y pandereta en
medio de un escenario catastrófico, en un país rescatado, hundido, podrido que
no sabe si mañana podrá pagar a sus funcionarios, pero que antepone la
prioridad de la verbena ante la oscura realidad.
Llega el verano y todo parece recuperar ese frenesí
festivalero de los felices años cumplidos; se puede renunciar a las becas, a aliviar
la dependencia de nuestros mayores, a los subsidios de desempleo; podemos
tragar con una menor y por tanto peor asistencia sanitaria, menos profesores, más
IVA, menos trabajo. Pero la fiesta es sagrada y así, se van sucediendo las
romerías con una alegría y un despilfarro sangrante, digno de mejores tiempos,
en una estúpida inercia de banderolas, gigantillas y churros, como si de verdad
tuviésemos algo que celebrar en tiempos de tanta necesidad.
Las familias ya pagaremos la subida del IVA sobre los
consumos de luz, agua y teléfono de julio y agosto, y cuando llegue septiembre
el material escolar de nuestros hijos habrá subido de precio, como casi todo. Pero
no podemos renunciar a un verano sin fuegos artificiales.
El rey de España, que no está para mucho sacar pecho, se
jacta de que otra persona en su lugar estaría de baja recuperándose la cadera y
no de viaje oficial en Rusia. Se equivoca otra vez, otro en su lugar estaría
jubilado, que es el destino más inmediato y redentor para un señor que a la
vejez se ha soltado la coleta y no para de provocar a los ciudadanos desde su
atalaya de sangre azul. Y Francisco Camps imparte clases de responsabilidad política
en una universidad de verano. Estos fenómenos, entre otros, explican que la
prima de riesgo española suba como los cohetes y chupinazos. A toda mecha; que es como
prenden los absurdos y las incongruencias.