‘Votar
por mí es votar por la patria’. Hugo Chávez, el cuestionado líder venezolano,
ha enarbolado esta aparatosa bandera nacionalista para enfrentar la batalla
electoral finalmente vencida, que deja un país quebrado entre el amor y el odio
a un personaje cuyas excentricidades, retirado Fidel, conquistan la atención
mundial.
Chávez
rubrica un ejercicio de absolutismo patriótico que capitaliza para si el
concepto de nación, en una mímesis irracional que identifica patria y salvador
en una única persona, que casualmente es él mismo. El único caudillo capaz de
defender la patria, que no es exactamente lo mismo que el país. Viene a ser
algo así como la tenue pero existente distancia semántica entre el pueblo o el
vecino enfrentado al concepto de ciudadano.
Una
patria es más que un país, porque es un pedazo de tierra capitalizado por unos
patriotas imbricados en él por la fuerza de un golpe emocional –heredado o
aprendido-, un laberinto de pasiones larvadas en unas constantes, unos símbolos
que les hacen iguales. La patria es espíritu, que decía Maeztu.
Para
otros existen los países, no las patrias. El territorio que habitamos entre
veredas y océanos sobre un mapamundi donde unas isobaras invisibles trazan imaginarias
fronteras administrativas que nos separa de otros países, por los que también deberíamos
poder pasear sin sentirnos ajenos. Habitamos un espacio solo por casualidad y
deberíamos aprender a huir del patriotismo de postal que nos ata a la tierra
que otros defienden con ese ardor patriótico novelesco, extraviado, inútil y castrador.
Dicen
que patriotismo es creer que nuestro país es superior a todos los demás solo
porque nosotros nacimos allí. Aquí también algunos se dan golpes de pecho con
ardoroso frenesí y quieren imponer que todos los ciudadanos de este país sean, además de eso, patriotas, invadiendo esa intimidad que nos les pertenece, que es
el corazón. Un país no es una patria. Todo lo más un trozo de piel donde
conviven ciudadanos con sus patrias chicas.
El
economista inglés Henry George se preguntaba cómo se puede decir a un hombre
que tiene patria cuando no tiene derecho a una pulgada de su suelo. Es una
buena pregunta para todos. Para los que quieren conquistar la independencia y
para quienes la frenan, ambos con idéntico ardor patriótico. A ver donde tenemos
asiento quienes solo ejercemos de ciudadanos y nunca conseguimos billete en
preferente.