lunes, 5 de noviembre de 2012

Cautivos de la libertad


En la televisión venezolana no mandan las audiencias. Si el presidente Chávez ve algo que no le gusta, descuelga el teléfono y prende fuego a la parrilla televisiva. Es un modelo de televisión interactiva muy particular que se parece un poco a cómo se construyen en España algunos telediarios, que sacan sus propias conclusiones y nos aseguran que en el Madrid Arena todo era perfecto antes de que se concluya la investigación. Aunque al día siguiente haya que ‘modular’ el discurso para desintoxicar a los atónitos espectadores.
Nos escandalizamos, porque –por supuesto- nos creemos más libres y mejores que ellos, cuando leemos que Chávez censuró una telenovela porque la protagonista, una mujer altanera, gorda y malaconducta, faltaba al respeto de Venezuela. Aunque la verdadera razón es el humillante nombre de su mascota, el perrito Huguito.
A partir de ahora sagas como Los ricos también lloran han quedado proscritas y solo se producirán culebrones socialistas hechos a medida de la inquisición chavista. Como Teresa en tres estaciones, enhebrada con el hilo argumental de una cuarentona conductora de tren cuya virginidad está amenazada por un emigrante portugués, calificado de ‘podrido en real’ (en dinero). Quedan por estrenar Amar a muerte y Guerreras y centauros.
En España nos distraemos con la historia adulterada de Isabel La Católica, la inofensiva Amar en tiempos revueltos, y un Cuéntame que ajusta amables cuentas con el pasado y que únicamente ha conseguido reducir al ridículo el franquismo ante las nuevas generaciones suavizando la verdad. Sería un dislate tratar de extraer factura moral de la reposición de Ana y los siete, una pornoniñera poligonera seducida por un banquero y arrastrada desde su arrabal de extrarradio al infierno capitalista del mayordomo y las tiendas caras. Chávez vibraría de cólera en el sofá con este argumento que, por otro lado, ni desmerece ni supera al de la maquinista virgen y el portugués taimado. Ya dijo Fellini que la televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural.
El gobierno venezolano financia la producción de series que reflejan sus ideales bolivarianos. Aquí, una joven promesa televisiva española es portada de una revista. Debajo de su foto, ligera de equipaje, presume del siguiente curriculo: Ex tronista de Mujeres, hombres y viceversa, ganadora de Gran Hermano 12 y portada de Interviú. Parece que la libertad no mejora mucho la televisión. Como esa creatividad cinematográfica española reprimida, que cuando llegó la democracia pudo, al fin, dar rienda suelta a su talento. Y, entonces, llegó el destape.