Las
estadísticas dicen que un ruso bebe al año quince litros de vodka, imprescindible
anestesia para digerir a los zares que, con diferentes disfraces, les manipulan
en todos los tiempos verbales de la historia del país. La receta para bajar su
consumo ha sido subir el precio de la botella, para que así los que puedan
pagarlo sigan muriendo a su antojo bañados en etílicos efluvios. Era demasiado descabellado
pensar que a Putin le preocupa la salud de los ciudadanos por encima de la del
bolsillo de los productores de vodka.
Falta
nos hará a nosotros recurrir al consumo de alcohol para asimilar las sandeces
de individuos como Miguel Blesa, antes responsable de Caja Madrid, que ayer dijo
que la estafa de las preferentes es culpa de la gente que no tiene costumbre de
leer la letra pequeña. Y, de propina, también que el BMW, que adquirió con dinero
del banco, no le resultaba muy cómodo. La misma sensación que causa el ministro
Gallardón a los abogados de Canarias, que le han prohibido acceder a sus
colegios profesionales.
Aún
sobrios nos resulta difícil comprender que nos tenemos que gastar 4.500
millones de euros en el Banco de Valencia para, una vez saneado, regalárselo a
La Caixa por un euro. O que la quiebra de Bankia la vamos a pagar quienes no la
generamos: Todos los españoles y los seis mil empleados que se van a ir a la
calle.
A
pesar de todas las injusticias y necedades que compiten por las portadas de los
periódicos la Puerta del Sol está despejada, mientras la plaza Tahrir se vuelve
a encender con razón y contra los hermanos musulmanes. Estamos demasiado
paralizados por temor a empeorar, lo cual ya empieza a ser una hipótesis
fracasada. Lo peor ya existe, como lo imposible y lo impensable hace tiempo que
se hicieron realidad.
Arafat
resucita para ver si hay polonio en su cadáver. Una nueva entrega de la
perniciosa saga, Bush III, amenaza con iniciar la próxima carrera electoral con
el dorsal republicano. Aznar revela en sus memorias que Dios se le apareció en
sueños después de su atentado y le dijo: ‘Te
necesito vivo para que lideres la humanidad’. Y, el lunes, el Papa
Benedicto se abre una cuenta en twitter.
Hay
razones para el vodka, para el fútbol, para La
voz o para cualquier otro anestésico. Pero solo el síndrome de abstinencia
arremeterá con toda la porquería que soportamos.