Un
hombre entró en un banco de Málaga. Caminó hasta el primer mostrador de la
oficina y susurró al empleado: “Voy armado, pero no les voy a hacer daño ni
vengo a robar nada. Llamen a la policía”. “Solo quiero que me metan en la cárcel”,
explicó con un hilo de voz. Dejó sobre la mesa un palo de madera y un cuchillo
de cocina, se arrodilló en un extremo de la oficina y se dispuso a esperar.
La
policía rodeó la sucursal y un negociador llamó por teléfono al banco para hablar
con el extravagante atracador. Resultó ser un empresario de 35 años quebrado
por el fracaso, ahogado por las deudas. Pero
hasta en su última aventura emprendedora ha tenido mala suerte. No ha
conseguido su disparatado propósito de ir a prisión porque el fiscal, dado el
amago, solo le acusa de una falta de coacciones y no de intento de robo, porque
se le olvidó cometer el delito.
Para
evitar este naufragio hubiese sido más efectivo explorar otras vías más
sencillas de delinquir, como provocar a Cifuentes convocando una manifestación
de ciudadanos desesperados. Ahí habría tenido verdaderas opciones, a menos que
tuviese la mala fortuna de tropezar con algún juez ácrata, que es como el
gobierno define a los magistrados que se toman la ley en serio y no les dan
permanentemente la razón.
El
fin de la fracasada operación si merece una reflexión más profunda. Refleja la
desesperación de un hombre arruinado moral y financieramente que considera que
merece ser castigado con la cárcel para resarcir el daño que económicamente no
puede reparar. Tal vez simplemente, derrotado e impotente, busca un cálido
cobijo en la cárcel donde tiene alojamiento, comida y asistencia sanitaria
gratis. Es, de hecho, la única manera que tiene un ciudadano de conseguir que
el estado cubra sus necesidades. El precio es muy alto: La Libertad, que es su único
patrimonio.
En
este país, renunciar a la libertad es la única forma de malvivir sin mendigar. Una
extraña forma de dignidad. Es absurdo que alguien sacrifique su libertad a
cambio de cama y comida. Pero de que te
sirve la libertad cuando nada es libre, porque nada es gratis. Cuando todas las
manzanas de todos los árboles tienen dueño. Séneca decía que ser libre es no
ser esclavo de nada. De ninguna necesidad.