Poco le importa a Corea del Norte que no esté la cosa para
tirar cohetes. Para celebrar que lleva un año en el poder Kim Jong-um va a
lanzar uno, pero dada su descarriada vocación militar no se conforma con fuegos
artificiales y ha decidido lanzar un misil, que es mucho más impetuoso y
amedrentador.
El aniversario se cumple exactamente el 28 de diciembre pero,
lamentablemente, la hazaña anunciada tiene poco que ver con los santos
inocentes de tradición cristiana. El estalinismo tiene su propio calendario laico
aunque, en este caso, el eufórico lanzamiento del misil imita un poco esa
efusiva correspondencia de fuego que enciende el cielo de Gaza e Israel, que en
realidad es el mismo, por más que insistan en conquistarlo.
Visto así, las
judiadas siguen vigentes como sostiene la Real Academia de la Lengua que se ha
negado a exterminar el término como pedían los afectados, por ser una expresión
que usaron Baroja y Galdós que, por supuesto, tienen más crédito que Netanyahu,
e incluso que Aznar, ese hombre que ahora dice que sufre observando a España,
como nos pasó a muchos cuando él impuso su absolutismo electoral y dejó al país
sin patrimonio con aquella furia privatizadora que entregó algunas de las
empresas más rentables a sus amigos. Mientras a gente como él le duele lo que
ve, al resto nos duele lo que nos toca, que es mucho más penetrante que las
visiones de Aznar, de la Preysler, de Tita Thyssen, la duquesa de Alba y de
todos esos pudientes que lloriquean su falta de liquidez en la televisión
exhibiendo una escandalosa falta de empatía y realidad.
Noviembre tiene el
record en mayor consumo televisivo de la historia. Toca a cuatro horas y media
por persona, buena parte de ellas capitalizadas por el impacto de la deriva
financiera, social y hasta moral de ese túnel de incertidumbre que atravesamos.
La crisis ha agudizado nuestra vocación de voraces espectadores de un
escaparate de miserias. Podemos vencer esa inercia y convertirnos en
protagonistas.
Dicen que cuando uno está mal solo sale de ello ayudando a otro
que esté peor. Hace mucho que el hambre en África, los dominados coreanos, los conflictos
de sangre en Siria y en la franja de Gaza e incluso la Cuba oprimida de Fidel
han perdido relevancia.
Ahora todos los recursos son pocos para tratar de
restaurar aquel pequeño paraíso artificial que habitamos. Lástima que el modelo
elegido haya sido un nuevo error a la medida de los intereses de los pocos países
vivos que quedan en la Unión Europea. En lugar de tolerar que nos conviertan en
Grecia podíamos haber mirado a Islandia, que este año ha triplicado su
crecimiento tras meter en la cárcel a los responsables de la crisis financiera.
Aquí se indulta a los banqueros que delinquen, a los policías que torturan, y se
cesa y destierra al inspector de Hacienda que destapó el escándalo Gurtel. Cómo
para plantearse que los responsables de este desaguisado se sienten en el
banquillo.