jueves, 17 de enero de 2013

El chocolate suizo


La prensa da cuenta hoy de que Pere Gimferrer estrena un libro de poesía donde además de reflexionar sobre el amor y la escritura, dedica versos a la corrupción y al crimen. Por sus poemas desfila Urdangarín –retratado como alfeñique de pupila azul- y el desfalco del caso Palma Arena, Matas y María Antonia Munar; asoman referencias a Noam Chomsky, e incluso se rescatan los asesinatos de los etarras Lasa y Zabala a manos del GAL.
Gimferrer está convencido de que la poesía es una herramienta moral y no está dispuesto a glosar a los pajarillos y las flores mientras el mundo se derrumba.

Dos páginas después, el periódico alerta sobre el poder terapéutico de las heces, para tratar cierto tipo de diarreas. El tratamiento consiste en tragar por sonda 141 gramos de excrementos procedentes de un donante sano mezclados con suero salino.
En realidad este repugnante antídoto no es una receta tan novedosa. Todos los días nos hacen tragar nuestra dosis de estiércol, una vacuna que busca hacernos inmunes a la corrupción que practican quienes nos alimentan de noticias.

Hoy sabemos que el senador más votado en la historia de Cantabria, Luis Bárcenas, amasó una fortuna de 22 millones de euros mientras fue gerente del Partido Popular, sin duda forjada practicando las medidas de austeridad que Rajoy nos ha impuesto a todos. Lo fermentó en Suiza, entre vapores de chocolate, como ahora ellos afean a los ‘Pujoles’.
Así, tacita a tacita -que decía el anuncio- Bárcenas fue cultivando millones, hasta el punto de que un día su mujer rompió el cerdito y se presentó en el banco a ingresar medio millón de euros en billetes de quinientos. Nunca les gustó ahorrar solo calderilla.
Su jefa Cospedal ya se está retractando de aquel compromiso que adquirió en el fragor de la batalla catalana: “Si el PP tuviera cuentas en Suiza yo tendría que dimitir”.

Su compañero de filas Ignacio González ha adquirido un dúplex de quinientos metros cuadrados en Marbella a través de un paraíso fiscal.
Y Gallardón hoy dispara doble ración de excrementos: Ha indultado a un conductor kamikaze condenado a trece años de cárcel por matar a un joven, cuyo caso casualmente defiende el despacho de abogados en el que trabaja su hijo, Gallardonito III. Y el poder judicial duda de la legalidad de la reforma del códido penal que impulsa quien pasmosamente ha medrado en la política camuflado con piel de progresía intelectual. Un texto, que entre otras escandalosas arbitrariedades, se reserva el derecho a mantener a un reo en prisión hasta diez años más tras cumplir su condena, si el ministro de turno así lo considera.

Hasta los meritorios de provincia, como Eduardo Arasti, a quien su itinerario curricular de meteorólogo avala para ser consejero de Industria de Cantabria, contagiado del entusiasmo antidemócrata de Gallardón, se niega a desvelar cuánto dinero público nos cuesta el convenio con Ryanair porque es un asunto confidencial.

Algo huele a podrido al sur de Dinamarca. Es un hedor insoportable, que nos fuerza a taparnos la nariz para ver el telediario. Una corriente de corrupción que transita por las alcantarillas de la realidad. Donde Urdangarín sigue siendo el rey.