martes, 29 de enero de 2013

La cumbre y el precipicio


Precisamente hoy un antiguo satélite ruso lanzado en 1983 colisionará contra la Tierra, aunque no nos aplastará porque los científicos creen que se desintegrará al entrar en contacto con la atmósfera.

Es un poco como las medidas del Gobierno de España que vamos soslayando con una resignación estúpida y que amagan con servir de algo, para acabar diluyéndose en la nada cuando atraviesan la barrera de la realidad.

Precisamente hoy España alcanza nueve millones de pensionistas y casi seis millones de parados y solo 16,3 millones de personas en activo que encima, ahora, tienen que estar agradecidos aunque la mayoría cobran menos por trabajar más.

Este es el resultado del remedio fracasado de una reforma laboral, las feroces políticas de austeridad, la subida de los impuestos y del suministro eléctrico, el copago farmacéutico, y demás ocurrencias de otro gobierno a la deriva azotado por la incertidumbre y la inexperiencia.

Ya lo advirtió Tácito, para quienes ambicionan el poder, no existe una vía media entre la cumbre y el precipicio. Todas las decisiones que se han tomado hasta ahora han forjado este devastador escenario de teatro de títeres. Todos los pasos que se han dado nos han conducido a peor. Todo los esfuerzos, exclusivamente asumidos por los ciudadanos que menos tienen; todo el sufrimiento que causan estas abusivas e inmorales decisiones no han servido para nada. O igual si, a lo mejor están sirviendo para sostener un sistema de desigualdad del que se lucran los de siempre.

Pasan los meses y empeoramos en lugar de mejorar; seguimos mirando al cielo esperando inútilmente un chaparrón que fertilice el estéril páramo económico en el que naufragamos, y que al fin prendan los manidos brotes verdes que solo ven Zapatero y Fátima Báñez, como solo la Virgen se le aparece en este país a Pitita Ridruejo.

Ibsen decía que buscar la felicidad en la vida es un acto de rebeldía, algo a lo que no se puede renunciar. Cuando, además, tanta sumisión no funciona, la solución no es que nos conformemos con seis meses de tarifa plana para autónomos.

Dicen que la indignación y la determinación son dos de las grandes emociones que conducen al cambio. Habrá que empezar a practicarlas.