Uno de cada cuatro indigentes madrileños tiene estudios
universitarios, probablemente porque vivir en la calle ya no es patrimonio exclusivo
de la marginalidad, sino un atormentado destino obligado para muchos ciudadanos
que hasta ahora -con adosado, todoterreno y perro- eran escaparate de integración
social.
Esperemos que este
dato no le sirva a Wert para endurecer aún más el acceso a la educación en este
país, donde erróneamente muchos, como el propio ministro, únicamente asocian
conocimiento con éxito económico, y menosprecian la universidad al tratar de
reducirla a una fábrica de ‘emprendedores’, un INEM del que forzosamente hay
que salir colocado. Pero como dice la escritora Nobel Elfriede Jelinek, en esta nueva era lo que te hace libre es
el conocimiento, no el trabajo. Ningún gobierno tiene derecho a prohibir
que estudiemos filosofía y letras aunque nuestro destino sea despachar botones
en una mercería. Al fin y al cabo, estamos educando ciudadanos, no solo a
futuros empresarios o dirigentes, ni exclusivamente a cerebros de élite.
El éxito profesional y social no va de la mano
del conocimiento. A Corinna, por ejemplo, como a
Isabel Preysler, no le ha hecho falta ir a la universidad para triunfar en la
vida. Con ser rubia y mona le ha bastado para escalar socialmente a base de
maridos con talonario y credenciales, hasta acreditarse como la amiga íntima
del rey.
Pero lo grave es que además de ejercer de señorita de compañía en
safaris africanos, al parecer desactiva –y gratis, ¿por amor a la corona?- crisis
políticas de alto nivel que sufre España. Curioso, cuando precisamente ella está
generando una y bien gorda. Pero no puede desvelar en que crisis ha intervenido
porque –dice- son asuntos confidenciales, material clasificado. Delirante. Ahora
mismo tenemos una, porque Cañete ha confirmado un positivo en carne de caballo
en canelones, pero no creo que la señorita –por más que se reivindique a si
misma como una profesional de las relaciones sociales- se emplee en resolvernos
una situación tan escasa de glamour con sus depuradas técnicas de diplomacia internacional.
Es de suponer, además, que Rajoy no sale de su asombro con
las confesiones de esta mujer que, menos mal, dice que viene a echar una mano a
la corona española. Bárcenas le controlaba el partido y ahora Corinna las
relaciones internacionales. La verdad es que al pobre Mariano le queda poco
margen de acción, y tal vez sea mejor. Porque, como era de esperar aunque él
mismo se empeñó en negarlo, ahora se reconoce que las ayudas a la banca han
disparado el déficit en España por encima del 10%, destrozando las ya de por si
vagas esperanzas de que las brutales medidas de austeridad generasen brotes
color esperanza.
Ábranse paso los otros. Los hombres sabios
que, como dijo un filósofo griego, no deben abstenerse de participar en el
gobierno del estado, porque es un delito renunciar a ser útil a los
necesitados, y una cobardía ceder el paso a los indignos.
Vengan pues los ilustrados a defendernos
de corruptos y mediocres, de Wert y de Cifuentes, de policías y ladrones, del consumo y del sistema financiero, de corinnas y coronas.