Norman Foster, el hombre que firma inodoros de diseño para retaguardias
de élite, se ha cargado una escultura de 55.000 euros en ARCO. La pieza se
llama ‘Ejercicios para chupar el mundo’ y quedó bastante afectada por la involuntaria
embestida del marido de la doctora Ochoa. De hecho, mutiló dedos y orejas, pero
como el destrozo ha sido realizado por una personalidad de tal calibre, ni el
autor de la pieza ni la feria denunciarán al relevante arquitecto ni le
exigirán indemnización alguna. El padre de la criatura se acercó al día
siguiente para recomponerla, probablemente satisfecho de la notoriedad que,
gracias al culazo que propinó Foster, ha cobrado su pieza de resina que podría
haber pasado por la feria absolutamente desapercibida.
La torpeza de Foster queda disculpada, especialmente por ser
quien es. Es un poco como los exministros y demás políticos españoles que
cuando dejan el cargo se van de gira por los consejos de administración de las
multinacionales o incluso la presidencia de instituciones, sin que su hoja de
servicios académicos y profesionales justifique los escandalosos emolumentos
que reciben solo por explotar sus contactos en las altas instancias.
Véase
Acebes. Después de 24 años cobrando sueldos públicos se jubila de la primera línea
política en dos consejos de administración. Está imputado por su pertenencia a
uno de ellos, el de Bankia, y en el otro, el de Iberdrola, ha estado cobrando
27.000 euros al mes. La pregunta es qué clase de servicios profesionales
realiza a cambio de tan jugosa remuneración. La reflexión es que si no untasen
con tanto despilfarro salarial a sus consejeros a lo mejor no nos subían tanto
el recibo de la luz. La tercera es la constatación de que, por desgracia, la
mayoría de los consejos de administración son cementerios de elefantes
políticos, sin más mérito que su presunta capacidad de influir en las decisiones
políticas para que beneficien sus intereses privados, lo cual no es para
sentirse orgulloso.
Es una tentación en la caen todos. Aznar y Elena Salgado cobran
de Endesa –no solo la política hace extraños compañeros-, Felipe González de Gas Natural, Ana Palacio de
HC Energía, Javier Solana de Acciona. Solbes, que tiró la toalla cuando se
marchitó la economía nacional, en Enel. Zaplana encontró un asiento cómodo en
Telefónica, donde compartió tareas con Urdangarín. Abel Matutes e Isabel Tocino
ficharon por el Banco Santander. También la familia tiene hueco en el fabuloso
mercado de las remuneraciones estratosféricas. El marido de Soraya se ha
colocado en Telefónica y el de Cospedal en Iberdrola. Justo cuando sus esposas
han pasado a tener poder.
Qué vamos a esperar de un país donde uno quiebra Bankia y le
premian con un puesto en el consejo de administración de Telefónica. Y luego
exportan a la generación de jóvenes mejor preparada de la historia de España, esa que no
podrá acceder a los sillones de los consejos de administración de las grandes
empresas a menos que se destroce la reputación en el fango político.