Varios opositores rusos fueron detenidos hace
unos días en Moscú y San Petersburgo por participar en mítines no autorizados. Se
congregaron, como hacen cada 31 de marzo, para defender el derecho de reunión que
ampara la constitución rusa y que el Gobierno soslaya, en un reiterado
ejercicio de falta de democracia a los que Putin nos tiene, desafortunadamente,
acostumbrados. Lo publicaron los periódicos con un halo de lógica reprobación, y
los lectores españoles lo calificaron de escándalo en sus comentarios de las
ediciones digitales.
Es curioso porque la escena es, por
desgracia, demasiado mimética a las que se suceden en España, aunque aquí, al
parecer, se interpreta al revés: Los antidemócratas no son quienes reprimen –el
Gobierno-, sino los que protestan ante procesos de desahucios ilegales (como ya
ha sentenciado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea), brutales recortes
o simplemente corrupción, causa que por si sola ya merece enérgicos reproches,
especialmente cuando está instalada incluso dentro del gobierno y no se ataja. Véase
el caso Mato.
Así, dos gobiernos que actúan con la misma
saña a la hora de reprimir manifestaciones ciudadanas, se
perciben y califican de forma diferente según el protagonista sea ruso o
español. Añadiendo el hecho de que aquí, el gobierno del Partido Popular ha
reprimido con reprobable violencia incluso concentraciones ciudadanas que
autorizó previamente.
Si un ruso toma la plaza roja para reivindicar
justicia, es un demócrata. Si un español se manifiesta delante del Congreso es
lo contrario, antidemócrata, y no solo eso, sino que además se apellida perroflauta,
filoterrorista, etarra, libertino y desestabilizador. A todo ciudadano español
que ejerce su derecho a manifestarse, a todo aquel que no piensa como el
Partido Popular se le desprecia y descalifica con alguno de estos epítetos.
La democracia es la necesidad de
doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás, proclamó Churchill. Pero, en la era Rajoy, ser
demócrata consiste en oir, ver y callar, y a ser posible aplaudir con
entusiasmo al gran líder que ya, como en el imaginario orwelliano se nos
aparece en forma de holograma en las pantallas de televisión.
Las discrepancias, como en la Rusia de Putin,
en la Cuba de Castro, o en la Meca saudí, son un acto de insurrección contra la
patria. Todo el que protesta es terrorista, porque seguimos enganchados a
aquella delirante cantinela de la conspiración judeo masónica.
El Gobierno cree que puede actuar por
encima de las leyes, y ordenar a la policía y a los jueces a quién tienen que
detener y porqué. Y cuando un juez no hace lo que ellos quieren -encarcelar y
procesar manifestantes- le insultan, como al pijo ácrata de Pedraz. El Ministerio
del Interior no deja de dar instrucciones para amedrentar a los ciudadanos. Porque
ingenuamente consideran que todo lo que a ellos les parece antidemocrático es también
ilegal. No fuera malo.
Que un banco se quede con tu vivienda
después de años abonando plazos de la hipoteca y que aún, sin casa, tengas que
seguir pagando, es claramente antidemocrático, amén de notoriamente injusto. Pero
no ilegal. Por culpa de partidos políticos como el PP que teniendo mayoría
absoluta se niega a prohibirlo. Pero eso sí, que no les peguen pasquines en la
puerta de sus casas.
Infinitamente más escandaloso que una cacerolada
debajo de casa resulta que, ayer, una concejala del PP de Madrid haya sido
capaz de paralizar un desahucio en Madrid después de conseguir que lo ‘ordenara’
la alcaldesa, Ana Botella, quien –al parecer- tiene el insólito y preocupante poder
de actuar por encima de los jueces y de la justicia. Vamos, que con dos
llamaditas se pasa la sentencia de desahucio por el palo de golf y las burbujas
del spa portugués.
A ver si va a resultar que la diferencia
entre una dictadura y una democracia, como decía Bukowski, consiste en que en
la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes.
Debemos buscar para nuestros males otra
causa que no sea la indignación y la impotencia de los ciudadanos. Solo así nos
protegeremos de los salvapatrias que no hacen más que pervertir la democracia
para que sirva a sus intereses.