La vida está llena de
incertidumbre y no tenemos agencias para calificar todos estos riesgos, ha reconocido
en Santander el premio Nobel de economía Thomas Sargent. Ni la inestabilidad
política griega, ni el agujero de Bankia, ni el posado veraniego de Ana Obregón,
ni la falta de credibilidad de Zapatero. Se han agotado las excusas y la prima
de riesgo continua ascendiendo con la fuerza de un cohete en un viaje hacia la
incertidumbre y la desolación.
Grecia seguirá sufriendo en
Europa, como Dívar hoy confiesa que su corazón sangra “por los jueces sencillos
que trabajan en las mismas condiciones en las que yo he trabajado durante
muchos años”. Imagino que se compadece de quienes nunca saborearán las mieles
de los fines de semana gratis en Marbella. Incluso ahora que el Papa acaba de
reconocer que los pecados de los sacerdotes han minado la credibilidad de la
iglesia, Dívar se mantiene atrincherado en la soberbia de justificar lo
injustificable, que son esos dispendios gastronómicos y hosteleros; como la inmortalidad
estética de Álvarez Cascos, que nos va costar 190.000 euros, el precio del
retrato que encargó al pintor Antonio López para que ilustre la galería de
ministros.
¿Dónde está el error? Nos decían
que en la burbuja de la construcción, ayer se culpó a los bancos, y hoy solo
nos queda cuestionar a quienes nos gestionan en todos los ámbitos, en un
desesperado intento por obtener alguna certeza. Un estudio desvela que España
es el país con más políticos por habitante de Europa, una dilatación perfectamente
inútil a la vista de los resultados.
Si ponemos la mirada sobre el
propio aparato administrativo descubrimos enteleridos que los sueldos de
los tres millones de empleados públicos que hay en España son mayores que lo
que se recauda en impuestos. Para pagar a funcionarios, políticos y asesores se
necesitan 123.000 millones de euros, la totalidad de los ingresos por IRPF e
IVA, más la cuarta parte del impuesto de sociedades.
Pero todo puede ir a peor. Además
del asedio al Peñón nos está próximo a invadir el pez conejo, un nocivo ejemplar
herbívoro –voraz como los mercados financieros- que arrasa el Mediterráneo y
avanza desde Sicilia para conquistar España, mientras el jefe del estado se ausenta
a los emiratos para ir a un funeral, en gratitud a los dos Ferraris que guarda
en su real garaje, e intenta colocarles 300 tanques militares con tecnología
española.
Si hemos superado un camino plagado
de mejillones cebra y mosquitos tigre, podremos también con la temible amenaza
del pez conejo, sobre todo si dejamos en manos de los más inteligentes las
riendas del país. Y el Nobel de Medicina Sidney Brenner ha dicho que el pulpo –además
de tener la habilidad de elegir al ganador del Mundial de fútbol- es el primer
organismo inteligente de la Tierra, que además tiene el mismo número de
neuronas que un ratón, lo que al parecer garantiza cierto nivel de eficacia
cerebral. Podemos invocar a que otros organismos con genomas más complejos que
el nuestro resuelvan este jeroglífico financiero, político y social.
Mientras
tanto, Siria estalla en sangre, Grecia guarda el dinero bajo el colchón, Rusia se
enfrenta a un nuevo zar y Europa trata de recorrer el camino de vuelta a casa a
través del sendero de migajas que ha dejado el capitalismo salvaje que hemos
alimentado. Solo queremos volver a ser lo que éramos, para volver a caer en lo
que somos.
Hoy un historiador rescata estas
palabras en la prensa. “Sí que existe una lucha de clases”, comentó Warren Buffet,
el hombre más rico del mundo. “Y gana la mía”.