viernes, 22 de junio de 2012

La conciencia artificial


Hoy, al fin, una estadística reconoce lo que todos sabemos, que el 76% de los estudiantes salen de la ESO sin saber inglés, después de haber aprobado esa asignatura durante diez años consecutivos. Es curioso que para cerciorarnos necesitemos recurrir a un estudio, cuando hasta ahora hemos convivido con este fenómeno de ignorancia con absoluta naturalidad.
La pregunta es, si una vez detectado ya oficialmente, alguien va a hacer algo por corregirlo, en paralelo a lo que ocurre con el escandaloso caso Dívar cuya dimisión no puede darnos por satisfechos. La renuncia del ya expresidente del Consejo General del Poder Judicial no cierra el círculo sino que abre la puerta a la solución de un problema que hay que atajar de raíz. Lo importante ahora es exigir que este órgano acuerde las iniciativas necesarias para que lo que ha hecho Dívar sea de ahora en adelante ilegal, y no solo amoral.
Como en el inglés, nos resignamos al fracaso con demasiada facilidad, y nos conformamos con un chivo expiatorio como si esta fuese la solución al problema, sin darnos cuenta de que el siguiente tiene la oportunidad e incluso el derecho a comportarse de la misma forma, a gastar dinero público sin necesidad de justificarlo.

Es más, una vez que ha caído el telón sobre el sainete Dívar, ya le ha salido un imitador, otro fanático compulsivo de pagarse caprichos viajeros con fondos públicos, el defensor del pueblo catalán se ha puesto gallito y anda voceando por ahí que le parece normal haber gastado miles de euros en una decena de exóticos viajes internacionales. Lo peor de ambos elementos es que lejos de avergonzarse se declaran víctimas, cuando deberían aplicarse las palabras de Asimov: Nunca dejen que su sentido de la moral les impida hacer lo correcto. Especialmente cuando la laxitud de lo moral, como normalmente ocurre, tiene una causa material.

Los españoles deberíamos hacer como la Universidad del País Vasco, que creará la figura del susurrante para traducir al oído a los que no entiendan la lengua vasca. Nosotros también deberíamos disponer de un ejército de susurradores que actúen como la conciencia artificial de nuestros cargos públicos y les vayan soplando lo que pueden y no pueden hacer, para enderezar su espíritu y preservar nuestros bolsillos de sus desmanes.

Mientras tanto, nos siguen tomando el pelo. Metidos en gastos, las auditoras que han calculado que el rescate bancario debe alcanzar los 65.000 millones de euros, cobrarán otros dos millones de euros más por llegar a esta conclusión basada, para más escarnio, en los datos de los informes que ellos mismos han realizado para el Banco de España. 
La adversidad es una prueba de principios. Sin ella, no sabemos si somos honestos o no, y los ejemplos que nos muestra la actualidad no invitan al optimismo. Aunque, probablemente, tampoco fuimos mejores.