martes, 26 de junio de 2012

Solución fracasada


El diario francés Le Monde va a incluir a Belén Esteban en un reportaje sobre fenómenos televisivos del mundo. Disfrazada de musa gay en la portada de Interviu, el oráculo de San Blas también se traviste en lo político al afirmar: “Cuando he tenido que ser del PP lo he sido, pero también he sido del PSOE ¿eh?”. Como si esta bifurcación del ser y no ser, de a quien quieres más a Rajoy o a Rubalcaba, al Madrid o al Barcelona, a papá o a mamá fuese una imperiosa dicotomía intelectual en blanco y negro, que la Esteban resuelve el tablas. Cómo si la ausencia de matices fuera una constante y solo pudiésemos elegir entre el blanco y negro. Como si Paraguay solo mereciese escoger entre Lugo y Franco, y Egipto entre Mubarak y Mursi, sin posibilidad de recurrir a la gama gris, un espectro más amplio y menos polar.

Peor está España, que solo puede conducirse en una dirección, por la solución fracasada de someterse al dictado del rescate -que ha disparado la prima de riesgos, ha rebajado a bono basura a casi todos los bancos- y a una Bolsa que ya solo fluye en vaivén negativo, contrariamente a la egipcia, cuyos valores se han disparado en positivo con el anuncio de la victoria electoral. Nadie sabe qué tecla hay que tocar para que dejen de sonar las alarmas bursátiles, que parecen funcionar al albur de la casualidad, o impulsadas por los vapores de una nueva variedad de marihuana, tal vez, oportunamente bautizada con el nombre de un orgulloso Charlie Sheen.

Tanta perplejidad está engendrando un tsunami de considerables dimensiones. La OLA de Santander engullirá 3.196 plazas de aparcamiento más. También contribuirá al maremoto el IVA de Mariano, que subirá un diez por ciento los impuestos de alimentos, hostelería y vivienda, dicen que como consecuencia del rescate a la banca.

Ayer mismo Chipre pedía auxilio y, pese a que Europa no hace más que avivar fuegos financieros con sus rescates, ahora invoca una intervención militar en Siria, un polvorín más complicado que las artimañas bursátiles a donde, por cierto, y como acostumbramos, los civilizados de occidente llegamos mal y tarde.