El cambio es ley de vida, dijo
Kennedy. Y alguno aquí entendió que se vive mejor cambiando las leyes a su
antojo. Esta última generación política ha caído en la tentación de solucionar
los problemas a golpe de decreto y va por ahí corrigiendo las decisiones que no
le gustan del poder judicial.
Los políticos antisistema aplican
soluciones a lo Berlusconi, quien durante años ha estado jugando a dictar leyes con
el poder de un emperador para librarse de sus delitos e imputaciones. Es una
forma cómoda de gobernar, en las antípodas de la democracia, que ahora se ha
empezado a utilizar en España con una atemorizante despreocupación.
Como en Cantabria tenemos más de quinientas
sentencias que condenan al derribo a igual número de viviendas, se decreta una
amnistía para legalizarlas soslayando el incómodo resultado del trabajo de los
jueces y la ley. No hay inconveniente.
Si las concesiones de la Ley de
Costas se han agotado y los propietarios montan en cólera, el problema se resuelve
prorrogándolas por otros 45 años más, que ya vendrán detrás quienes carguen con
el marrón. Provoca hilaridad el consejero responsable del ramo cuando –ufano,
henchido de orgullo- dice que el inconveniente se soluciona perfectamente ampliando
los plazos, como si hubiera descubierto la piedra filosofal de la concordia política.
Burlar la ley, o fabricarla a
medida de los intereses que puntualmente necesitamos atender. Así gobernamos.
¿Qué no podemos nombrar presidente de RTVE? No se altere nadie, cambiamos la
ley para decidirlo sin pactar con la oposición. Son operaciones rápidas que
provocan daños colaterales en el sustrato democrático y social que nadie parece
reclamar. Es una peligrosa deriva política que no respeta el cometido del poder
judicial de hacer cumplir las leyes, que no se siente limitado por la ley en
sus decisiones, que no la respeta y que opta con demasiada frecuencia por
cambiarlas cuando le viene en gana porque le resultan incómodas.
Las leyes no tienen que cumplirse
con independencia de la satisfacción personal que nos produzcan. De eso nada.
Ahora se cambian al antojo del gobernante de turno. Así se liquidan los problemas
en España, a lo Berlusconi. Lo dijo un filósofo escita, las leyes son como las telarañas: Los insectos pequeños quedan prendidos
en ellas; los grandes la rompen. Vivir es cambiar.