martes, 23 de octubre de 2012

El cínico Umbral


Paco Umbral decía que escribir era la manera más profunda de leer la vida. Se ponía guapo para escribir, con el batín inglés de terciopelo azul noche y su inseparable foulard blanco. Como si el ornamento exterior determinase a su vez la estética narrativa que sus largos y ágiles dedos construían a impulsos sobre aquella vieja Olivetti, cuya tinta destiló párrafos vitriólicos, lúcidos, críticos. “El cinismo es un gran ejercicio intelectual”, acostumbraba a recitar.

Dicen que fue un ejemplar literario único, poeta y compositor de una prosa lírica fértil que suma 125 libros, extraordinaria, propia, original. Creía que el talento era cuestión de insistencia. Soñó desde niño con ser columnista, como otros anhelan ser abogados o médicos, y según Pepe Hierro lo que de verdad le gustaba era flagelar la estupidez.

Diariamente alimentaba su columna de pequeños detalles, de lo inesperado; lo aliñaba con su lírica elegante y humor, y sostenía que siempre hay que escribir contra el poder. Umbral no dejaba indiferente a nadie. Se definió a si mismo como un escritor hosco y brillante, insolente y un poco rojo. Durante una temporada le dio por beber leche y arrojar a la piscina de su casa los libros que no le gustaban. ‘La madurez no es llegar al orden, sino instalarse en el caos’, reflexionaba.

Explicaba que un periódico tiene dos opciones: ‘Tranquilizar la digestión de sus lectores o ser la espuela de plata mañanera que invite a la gente a vivir, participar y enterarse’. Pero a la vez reconocía que el español medio compra el periódico para tener ideas. ‘Por veinte duros se hace uno socialdemócrata, demoliberal, democristiano, moderantista, neoconservador, liberal de izquierdas, rojo de derechas o partidario del Atlético o el Madrid’, apostillaba.

Enhebraba con brutal ironía las costuras de una columna que destilaba belleza narrativa, ingenio y vida propia, a través de un penetrante y seductor ejército de palabras que resucitaba, creaba o interpretaba hasta bautizarlas en su peculiar lírica, en un credo narrativo extraordinariamente metafórico que todos los días se asomaba, con renovado ingenio, al escaparate de la realidad.

Ayer, cinco años después de su fallecimiento, los políticos de Madrid le organizaron un acto patrocinado por Caser Seguros y Gas Natural Fenosa. “La independencia existe, pero se paga”, como repetía Umbral. Ana Botella aprovechó el momento para adornarse con pluma ajena, y dijo que, hoy, la prosa del columnista haría temblar a los nacionalistas. La tinta del intelectual salpicaría, como acostumbraba, en todas las direcciones, incluida la suya; y pretender lo contrario es desconocer el alma de sus palabras: ‘El periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto’.
‘Yo estoy conmigo y contra mí’. Es la mejor definición de un columnista.