jueves, 25 de octubre de 2012

La hija de El Cariñoso


 ‘Pin, no te olvidamos’. A la altura del número 44 de la calle Santa Lucía de Santander una frase pintada sobre un muro todavía hoy, setenta años después, recuerda a El Cariñoso, aquel maquis de San Roque de Riomiera asesinado, en la postguerra, al salir de la buhardilla en la que se ocultaba junto a su compañera María Solano, que fue encarcelada y torturada para forzarla a abortar. 

Es extraño en una ciudad indiferente a una grotesca geografía urbana aún salpicada por la constante memoria de una dictadura cuyo recuerdo no se accede a borrar, como borrado está el de sus víctimas.

La hija de Pin el Cariñoso sobrevivió y hace un tiempo regresó de Estados Unidos, donde vive desde los doce años, para recuperar lo que la dictadura le negó, que es el apellido de su padre. Después de un lastimoso viaje emocional y burocrático, hoy es oficialmente Josefina Lavín Solano, como en realidad siempre fue.

Nació en la cárcel ya derruida de la calle Alta y con dieciocho meses se quedó al cuidado de su abuela Teresa, la madre de El Cariñoso, en Liérganes. Una periodista norteamericana que realizaba un reportaje sobre las mujeres en las cárceles franquistas conoció a la madre de Josefina y al saber que había nacido en Arizona, aunque con pocos años retornó con sus padres a España, se puso en contacto con la embajada estadounidense en Madrid. Salió de la cárcel y como ciudadana norteamericana embarcó con su hija Josefina desde el puerto de Cádiz rumbo a Nueva York.

Ayer, en una pequeña librería de viejo de la Rampa de Sotileza, que es la huella de Pereda y la calle más bonita de Santander -con permiso de la empalagosa postal turística del marco incomparable-, conocí a Josefina Lavín Solano. Un emotivo acto, muy íntimo, celebró la recuperación de su nombre, que es la memoria de su padre que, a su vez, se exhibió en el documental de Vicente Vega.

Es una mujer menuda, de mirada intensa y viva, que se asoma a su pasado con dolor pero sin rencor. Lo que más me sorprendió fue su percepción de España. Piensa que la democracia es un escaparate y se extraña de la falta de derechos de los ciudadanos. Supongo que para una ciudadana estadounidense, o de cualquier otro país incluso mucho más sensato, es incomprensible que no hayan sido juzgados tantos crímenes, vejaciones, expolios y torturas. O que el otro día hayan condenado a muerte por segunda vez al poeta Miguel Hernández, o que aún haya muertos enterrados en las cunetas. La dictadura les negó justicia y la democracia también. Cuando lo cubrió todo con un velo de silencio y olvido, que aún hoy supura dolor.

Josefina Lavín, la hija recuperada de José Lavín Cobo. Al despedirme, llovía. Una cortina de lágrimas acompaña el eco de mis pasos solitarios sobre el empedrado del Cabildo. Es ya de noche. Aprieto el paso hasta el número 44 de la calle Santa Lucía. Y con un bolígrafo que apenas deja huella escribo rabia, impotencia y vergüenza.