Lo
vecinos de Iguña y Anievas están dispuestos a pagar por tener médico los fines
de semana. Esta insólita iniciativa, cuando hoy se adelgazan las economías
familiares, debería provocar un embarazoso sonrojo a nuestros gobernantes cántabros
que –precisamente ayer- presumían de que este mes nos han ordeñado 1,4 millones
de euros más en concepto de céntimo sanitario. Mucho menos de lo que pretendían
sus equivocadas previsiones de usura, dicho sea de paso.
Un
dinero que se ha invertido en cerrar los centros de salud a las cinco de la tarde,
pese a que al menos, en el de Isabel II, la atención primaria lo es de verdad
-en su acepción de primitiva- porque tardan seis días en darte cita.
El
céntimo sanitario también ha servido para rescindir 372 contratos en Valdecilla, para que el nuevo caparazón del hospital mantenga la desorbitada dilación a la que nos hemos acostumbrado, y para bajar un 15 por ciento la prestación de los cuidadores de la dependencia,
entre otras insólitas innovaciones. Los parados que no perciben subsidio y los
autónomos que causen baja se quedan sin tarjeta sanitaria; una medida que no
solo afecta a las personas sin nacionalidad española como muchos desinformados
piensan. Y las medicinas nos cuestan más.
Para
eso pagamos 4,8 céntimos más por cada litro de gasolina. Cada vez nos cuesta más caro que nos traten peor.