miércoles, 17 de octubre de 2012

Saldos 'made in Spain'


Me he puesto a imaginar que pasaría si Wert y Cifuentes fuesen marido y mujer, y no acierto a calcular los devastadores efectos de una combustión de semejantes principios activos. Cada discusión matrimonial derivaría en un experimento fallido de Quimicefa y estallarían de un bufido los cristales de las ventanas e incendiarían las alfombras con los reproches que escupiesen sus bocas. Desayunarían zumo de limón, no de naranja, para mantener oxidados sus niveles de ácido. Para divertirse, en lugar de karaoke, animarían los postres de las cenas con competiciones de tertulia a lo Intereconomía. Dominarían el mundo con el poder de su anillo de compromiso, él embutido en su papel de celoso Golum y ella vigilando desde la atalaya del ojo de Sauron lanzando orcos contra perroflautas, antisistema y ciudadanos con camiseta sin marca.

Para repeler sus brutales asertos no tendríamos más camino que la diáspora. Rectores, indignados, padres y madres de alumnos, catalanes, parados con derecho a desempleo y niños con tupper caminaríamos al exilio guiados por el juez Pedraz. A la conquista de un paraíso ácrata, un escenario virgen de la influencia de Draghi y sus podridas recetas de recuperación de la senda de crecimiento, que no es más que una travesía sin retorno hacia la tierra oscura, hacia el ombligo financiero del mundo.

Rajoy llamaría a su pueblo. Consideraría esta huida un ejercicio de rebeldía soberanista, y nos aplicaría el método modulado de Cifuentes por el artículo 155. “Se escapan los contribuyentes”, clamaría Montoro. Rubalcaba exigiría el divorcio de Wert y Cifuentes, temeroso de que la alianza amorosa diese como fruto un heredero que capitalizase su brutal genética; y los obispos le satanizarían por invocar la destrucción de la familia. Rajoy meditaría cómo y cuando acudir a rescatarnos, y con su proverbial diligencia, cuando quisiera reaccionar Pedraz ya nos habría conducido hasta ese planeta del sistema estelar más cercano al nuestro, que hoy dice que el periódico que se ha descubierto.  

Allí podríamos construir un mundo sin autonomías ni primas de riesgo, sin más bolsas que las de plástico; sin Falete y sin diputaciones, ni soja transgénica, ni copagos; sin balones de oxígeno financiero ni hilillos de plastilina; sin prepotencia, ni despilfarro. Sin Urdangarín ni Eurovegas. Sin que se dispare el IVA. Un mundo limpio de la apocalíptica charlatanería de Wert y Cifuentes.

Despierto del ensueño. Todo es un chiste. Como ese que empieza preguntando ¿qué hacen un mafioso chino, un actor porno y un concejal en España? Y acaba respondiendo, blanquear dinero.
Lo más desolador que he leído hoy es que antes los chinos se dedicaban a traer productos desde China para venderlos en España. Ahora el viaje es a la inversa, venden productos españoles en China. Y me imagino ese emergente mercado amarillo transitando por bazares de figuritas de sevillanas y toros, exhibidos en el descrédito de los estrechos pasillos de un ‘Todo a yuan’. No me imagino una imagen más decadente para el orgullo nacional de Rajoy. Saldos made in spain.