Agustín
García Calvo fue un rebelde con causa que peleó con la vida en constante contracorriente,
que es como tienen que navegar los intelectuales; sin aplausos, almíbar ni
complacencia. Escribió artículos contra la familia, contra la democracia, contra
la pareja y contra la paz pulverizando con su brutal sentido crítico los
trampantojos que abrigan esos conceptos, desnudando su fragilidad.
‘Yo
trato de privarme de ideas’, decía, ‘todos los días me quito alguna, pero
siempre me quedan demasiadas’. Cargó siempre con el peso de haber sido uno de
los intelectuales a quienes el franquismo apartó de sus cátedras, como Tierno
Galván y López Aranguren. Pero García Calvo no comulgó ni con la dictadura ni
con la democracia. Solo creía en la libertad que para él no representaba
ninguno de los dos sistemas.
Singular,
excéntrico, ácrata. Un ateo empedernido que murió el día de todos los santos. Disidente,
contrario, incómodo. Su incombustible compromiso e inconformismo forjaron una
voz propia extraordinariamente lúcida y seductora, profundamente incómoda a la
vez para quienes presumen tener todas las respuestas.
Nunca
se adaptó a las normas que le dictó este mundo, y expresó esa desavenencia más
allá de la pose de un particular atuendo que envolvía su cuerpo con la misma
rebeldía que brotaba su pensamiento intelectual.
Para
García Calvo de existir alguna verdad, sería un gran interrogante. Esa
inquietante dimensión en donde las respuestas nunca nos dejan satisfechos
porque ese es a la vez, el único camino hacia la verdad, y hacia la libertad
que la representa.
Quizá ahora que el mundo se desmorona nosotros nos enamoramos un poco más de otras palabras, de otras ideas que tambalean aquello que, aunque no somos, representamos. No podemos perseverar en la ceguera del fracaso, es hora de cuestionar el principio, el final y el futuro, y asimilar que a lo mejor García Calvo no era tan excéntrico y que todo esto fue un error.
Prefiero
perderte a que seas mía, glosó en el poema que más ha trascendido a través de
la voz y música de Amancio Prada. Libre
te quiero. Buena te quiero. Blanca te quiero. Pero no mía / ni de Dios / ni de
nadie / ni tuya siquiera.