Nietzsche, que era un cenizo, decía que la esperanza es el
peor de los males del hombre porque prolonga el tormento. Pero a la vista de
las actuales circunstancias quizá conviene que asumamos cuanto antes que la
crisis no nos ha empobrecido a todos por igual y, sobre todo, que no hay
justicia para los malvados que la han provocado. Quienes ingenuamente confiamos
en la ley, y en que todos somos iguales ante ella, efectivamente, militamos con
perseverancia en una dolorosa e inútil realidad.
Los ciudadanos podemos alimentar la esperanza de que los
culpables de la crisis pagarán por ello, que se frenará el despilfarro de
dinero público, que habrá menos asesores, menos dietas y menos prebendas, que
se acabaron los cargos a dedo para los familiares y afines.
Podemos prolongar el tormento hasta el infinito en un candoroso
ejercicio de ingenuidad colectiva. Algunos de nosotros incluso hemos llegado a creernos
que alguna vez vivimos por encima de nuestras posibilidades, solo porque un día
fuimos mileuristas.
Nos envenenan de su codicia, nos estafan y luego nos ofrecen como
corderos en encendido sacrificio a los dioses bursátiles para expiar sus
propios pecados con nuestra penitencia.
Así funciona esta noria donde el estado, la justicia,
hacienda, los bancos, las eléctricas y hasta las compañías telefónicas nos
dominan, fiscalizan y tiranizan, mientras la élite que las gestiona queda
exenta hasta de la austeridad que tanto predica. ¿O acaso la Seguridad Social
nos trata igual a nosotros que a los clubes de fútbol a quienes no embarga a
pesar de sus escandalosas deudas? ¿va a responder con su patrimonio quien ordenó
construir el aeropuerto sin aviones de Castellón? ¿se van a rescatar ciudadanos
igual que se rescatan bancos?
226 políticos y funcionarios han sido indultados en la última
década. De ellos, 25 por prevaricación, 107 por malversación de causales
públicos y 16 por cohecho. Pero no se deje influir por las cifras, que todos
somos iguales ante la ley.
Alimentar la esperanza de que se depurarán responsabilidades y
se hará algo más que aplicar algunos paños calientes al sistema es prolongar el tormento. Ellos
viven en la impunidad, mientras el resto naufragamos en la legalidad de los embargos,
los copagos y las preferentes respirando toxinas mercantilistas y tragando ponzoña
de austeridad.
Al menos, no se sienta usted responsable de este estercolero
financiero, del fracaso del sistema. Porque no lo es. Contra lo que nos dicen, el
80% de la deuda española ha sido generada por las entidades financieras, ni
siquiera por las administraciones públicas. Y solo una mínima parte corresponde
a los ciudadanos como usted y yo, que con excesivo júbilo y reprobable inmoralidad
arruinamos España con nuestros mil euros al mes.