Los ciudadanos de Corea del Norte están obligados a peinarse
cómo dice su amado líder, Kim Jong Un, según un catálogo de los cortes de pelo
permitidos por el dictador. Diez modelos capilares para los hombres y dieciocho
para las mujeres. Probablemente mayor variedad de la que la férrea tiranía de
la moda impone en la estética de ciudadanos presumiblemente libres.
En Turkmenkistán, otro tirano, Nizayov, prohibió el
maquillaje, los dientes de oro y los playbacks en los conciertos. Cuando en
España no somos capaces de prohibir ni los conciertos de Justin Bieber, ni las
preferentes, ni la dación en pago. Ni siquiera impedir que, por ejemplo, un
señor que tiene 22 millones de euros en Suiza cobre el paro.
La Rumanía de Ceaucescu implantó la Ley de Continuidad
Nacional, que obligó a las mujeres a tener un mínimo de cuatro hijos por deber
patriótico. Algo impensable en España, por el elevado coste para la sanidad y
la educación pública que supondría tal medida. Elena, la mujer del dictador
rumano, analfabeta hasta la médula, fue nombrada miembro de la Academia de las
Ciencias de Nueva York y el Instituto Real de Química, y su nombre aparecía en todas las
investigaciones científicas del país. Aquí,
Corinna, en calidad de amiga entrañable del rey, ha realizado algunas misiones
secretas de alta diplomacia para España, servicios para la corona, e incluso se
ha ganado una comisión organizando la luna de miel de los príncipes de
Asturias.
Idi Amin, el sanguinario tirano ugandés que guardaba en la
nevera las cabezas de sus enemigos políticos, escribía cartas de amor a Isabel
II. Rajoy no se esfuerza en cortejar a Merkel, y ya hasta los chipriotas se
defienden con más coraje de los desatinos de la dictadura europea, que es una
maquinaria insensible dirigida por intereses financieros.
Hacienda castiga sin subvenciones para trasplantes de órganos
a las comunidades autónomas con más déficit. Hemos rescatado a los bancos, para
que así ellos hayan podido embargarnos cien mil viviendas. Un país arruinado,
donde el 28 por ciento de la población es pobre, aspira a organizar unos juegos olímpicos y reparte 52
millones de euros en subvenciones para los partidos políticos, la mitad para el
que gobierna.
Algunos de los referentes morales y éticos de los países democráticos son los Nobel de
la Paz, Obama, quien ampara guerras y asesina malhechores sin juicio ni
justicia; o Lech Walesa, azote de homosexuales.
La
delirante biografía oficial del coreano Kim Jong II decía que hasta el tiempo podía
cambiar en función del estado de ánimo de su líder. A ver si el estado de ánimo
colectivo, de quienes nos creemos los primeros en la clase en la asignatura
democrática, nos salva de otra primavera negra.