Podrán cortar todas las flores, pero nunca
detendrán la primavera. En eso creía Neruda, pero, desde hace unos años, cada
vez menos golondrinas se acercan al balcón de la primavera de Becquer. Los
expertos calculan que la mitad que hace veinticinco años. Y dicen que tampoco
quedan tantos gorriones. Solo crecen los pobres. Y el invierno. Un tiempo gris
de duchas frías y ancianos que desayunan yogures caducados para ir al trabajo
que seis millones de parados anhelan. España no está para jugar a la petanca.
Volverán cada vez menos primaveras y un ejército
de 1.400 oscuras golondrinas protegerá hoy un Congreso vacío, una victoria ya
ganada por quiénes hoy se manifiestan en este escenario, y una muestra más de
la escasa fortaleza política de quienes nos representan, que se esconden en el
salón de casa atemorizados ante tanta libertad de expresión mientras cohabitan
sin escrúpulos con banqueros, narcotraficantes, cuentas en Suiza y
comisionistas. A esos no les temen. Los jueces tramitan 1.161 casos de corrupción
política y económica, pero sus enemigos somos ciudadanos sin más armas que la
voz y la pancarta.
Cada vez a más distancia de la vida de
nosotros, tanto que parecen transitar a varios metros del suelo de la realidad.
Los investigadores del centro de astrofísica de Harvard creen que dos mundos
habitables con grandes océanos orbitan una estrella similar al sol, Kepler 62,
en la constelación de Lira, a 1.200 años luz de distancia. En una zona que se
llama Ricitos de oro y que podría ser nuestra única esperanza de conseguir otro
mundo mejor.
La imperiosa necesidad de movilidad
laboral, que dice Báñez –la ministra de Trabajo que no ha trabajado nunca-, ha
llevado a una empresa holandesa a emigrar a Marte, para grabar un reality en el
planeta rojo donde la audiencia de todo el mundo pueda ver en directo todo lo
que pase en la misión. Se buscan concursantes vitalicios, que vivan allí hasta
que se mueran. La desesperación ha hecho que broten diez mil voluntarios, tal
vez a quienes ya se les ha negado un futuro digno en este planeta. Si ya lo
dice Martínez Pujalte, la gente quiere la dación en pago para comprarse
otro piso en Marte.