miércoles, 6 de marzo de 2013

De pololas y pitucas II


El otro día falleció una señora que se llamaba María Luisa pero se hacía llamar Pilila, así rezaba con extravagante orgullo en la esquela que publicaba la prensa local. En otra, Cuquis, Cuca y Chuco pedían por el alma de su suegra. Ahora que Cantabria organiza la Semana Internacional de la Mujer, algún experto podría explicar esta absurda tendencia al apodo que pervive en la región, y que se acrecienta con fiereza y rebeldía entre las señoras bien de la capital, especialmente en damas de rubio y laca, de cardado y mecha, que aún se anuncian en las peluquerías y salones de manicura como ‘señoras de’, porque en esencia no constituyen más que un apéndice el apellido masculino que las mantiene.

Las pololas y pitucas disponen de una cantidad indecente de tiempo libre que no se puede amortizar solo en ir de compras, por eso se agrupan en colonias al calor de las tertulias vespertinas donde se despellejan unas a otras, siendo habitual disparar los dardos envenenados con quien ese día acusa ausencia.
Su ritual de compras es perverso. Hablan en voz alta interrumpiendo las conversaciones del resto de los clientes, exigen ser atendidas sin esperas, soban y critican el género que dejan caer con desprecio sobre el mostrador. Piden ver todo y no compran nada. Vuelven otro día. Actúan siempre en parejas de cuquis, para contar con un interlocutor que reafirme sus comentarios. Sin ir más lejos, el otro día en la cola del Zara una Cuqui embutida en un sueter de leopardo le decía por teléfono a otra compañera de especie: “En cuanto salga de aquí me voy a chupar unas patas al Marucho”. La vulgaridad de la expresión ilustra a la perfección el fenómeno del pololismo santanderino.

Algunas endurecen músculos en el gimnasio, para proteger su hábitat. A otras el marido les pone una tienda en la que,  por supuesto, solo compran conocidas con pedigrí, y que acaba fracasando cuando el que paga no tiene más dinero negro que disimular.
Todas comparten la tradición del rastrillo benéfico, donde se venden unas a otras todos los objetos y ropa que ya no les gustan. Hacer caridad las vuelve locas, porque las permite agotarse haciendo algo –más allá de la clase de golf y tenis- que se parece al trabajo, una sensación realmente fascinante para esta especie, que solo madruga si tiene cita a primera hora en la peluquería.

Ahora que se reparten menos canapés para fingir austeridad, las pololas y pitucas de Santander tienen pocas ocasiones de presumir de sus falsificaciones de mercadillo en eventos sociales. Pero ya están sonando los acordes de una nueva cita que, además, se anuncia en inglés, Cantabria Woman´s Week, para despejar dudas de la casposidad y el decrépito glamour del programa, que se define como la Semana Internacional de la Mujer, ambición a todas luces imposible puesto que la invitada estrella es una actriz española, Asumpta Serna, que viene con su marido –muy apropiado el ejemplo de mujer dependiente en un foro como éste-, a quien también se ha contratado como ponente. Entre sus méritos, ser marido de, actor y escocés, lo que sin duda cubre la expectativa de internacionalidad.

Lo que importa es celebrar el día de la mujer con un escaparate donde las cuquis y pitucas, las pololas, chachitas y chucas puedan lucir en las fotos de ecos de sociedad fingiendo creerse mujeres independientes por un día, mientras se reflejan en el espejo de la Corinna de turno al tiempo que les hacen la manicura francesa en los pies.

Para qué molestarse en organizar foros útiles e interesantes cuando podemos celebrarlo sin complicarnos en analizar la progresión de la presencia femenina en puestos directivos, la repercusión y desarrollo de la Ley de Violencia de Género, sin denunciar la situación de las mujeres en otros rincones del mundo. Sin compartir la experiencia de mujeres relevantes que dirigen grandes empresas, o las lecciones magistrales de aquellas que investigan y destacan en sus cátedras.

Pero, sobre todo, hace falta ejecutar un riguroso estudio multidisciplinar de la propensión genética en la proliferación de pololas y pitucas en el hábitat de la bahía de Santander.

Como dijo Oscar Wilde, solo hay una cosa en el mundo peor que estar en boca de los demás, y es no estar en boca de nadie. Es el principio esencial de toda pituca, cuqui o polola. Figurar.