Publicada en EL DIARIO MONTAÑÉS
El 31 de mayo de 2013
Las golondrinas ya no se acercan al balcón de la primavera de Cantabria que este año, contagiada de austeridad y recortes parece haber renunciado a brotar, prolongando la oscuridad de un invierno que se dilata con diabólico arrebato hasta conquistar junio. Es un invierno diferido. Una primavera simulada, asimétrica, como el déficit de las comunidades autónomas.
El 31 de mayo de 2013
Las golondrinas ya no se acercan al balcón de la primavera de Cantabria que este año, contagiada de austeridad y recortes parece haber renunciado a brotar, prolongando la oscuridad de un invierno que se dilata con diabólico arrebato hasta conquistar junio. Es un invierno diferido. Una primavera simulada, asimétrica, como el déficit de las comunidades autónomas.
Como si los hombres de negro hubiesen fagocitado a los
hombres del tiempo y estuviesen especulando con una brutal irradiación de bajas
presiones en un mercado de riesgo de borrascas continuas, que encharcan las
expectativas de otro estío turístico, que comprometen la esperanza de un verano
que –según pronostican unos expertos franceses- también se podría ausentar;
cuestión que obligaría a Wert a enmendar su propia ley número 7 de educación
para consignar en los libros de texto la fracasada rutina de la sinfonía de las
cuatro estaciones.
Hay algo de nuestro propio frío en este invierno
infinito que ha velado la acostumbrada aunque fugaz primavera del norte,
mimetizado con una realidad gris que prolonga sus tinieblas sobre un calendario
de incertidumbre. Como si este año el sol no se
atreviese a iluminar el desencanto. En la desamparada afición racinguista, en
las persianas de los comercios que se han rendido, en la cola de Eurovisión, en
los esqueletos de los edificios olvidados, en los labios sin carmín, en la
fábrica de Sniace.
La
lluvia empapa nuestro desánimo, las gotas de agua estallan contra el suelo en
melancólico compás, en un constante rezumar de tristeza. Ha llovido por encima de nuestras posibilidades y el
embalse del Ebro está a punto de reventar. Porque solo crecen las reservas de
agua, los impuestos, los eufemismos, el invierno, los ERES y los pobres. Hasta los lunes al sol de los
parados cántabros están pasados por agua. Hasta los recreos de los colegios son
más tristes. Necesitamos
alguna alegría más que la apertura de otro Mercadona.
Se equivocó Neruda cuando dijo podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán
la primavera. Se equivocaba. A ver si alguna comisión parlamentaria
descubre quién nos ha robado el mes de abril.