jueves, 17 de mayo de 2012

El tiempo que nos queda


Ahora que se ha descubierto que comer garbanzos genera felicidad, al parecer unos investigadores españoles han conseguido detener el tiempo. Se trata de una terapia génica que rejuvenece y, a la vez, nos permitiría vivir más. Además de hacerlo sin arrugas -como ya ha demostrado la Preysler- y con más salud que los struldbrugs, los ancianos inmortales aquejados de achaques con los que se tropezó Gulliver en sus viajes.
El elixir de la vida, la pócima más buscada a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido probada con éxito en ratones adultos que, al cumplir el año, vivieron de media un 24 por ciento más. La terapia consiste en estimular a las células para que produzcan telomerasa, la enzima que ralentiza el reloj biológico y que se convertirá en nuevo objeto de codicia.
Los griegos, los chinos, los árabes, monjes ingleses, filósofos alemanes, todos han aspirado a la inmortalidad tratando de hallar una piedra filosofal, un salvoconducto sin fecha de caducidad para burlar y alterar el destino mortal del ser humano. Los alquimistas fracasaron al intentar transmutar en oro al resto de metales que consideraban imperfectos, siguiendo el postulado aristotélico de que todas las cosas tienden a alcanzar la perfección.
Hoy se abren otros caminos distintos que nos hacen más longevos, aunque no inmortales. Los científicos dicen que con esta terapia se retrasa, además, la aparición de la osteoporosis –mal negocio para los fabricantes de lácteos con calcio- y, así, las caderas del Borbón podrían acometer nuevos embates sin temor a desagradables consecuencias quirúrgicas.
Si nos damos prisa en consumirlo, y nos asiste la suerte, a lo mejor podremos ver acabado Valdecilla y construida La Remonta. El AVE lo dejo para otra generación, que aún estirando artificialmente la vida, me temo que no llegamos al 3.000. ¿Funcionará también en Torrelavega donde un día sí y otro no se superan los límites de sulfuro de carbono? ¿Cotizará en Bolsa la telomerasa? ¿Quiénes tendremos acceso a la pócima? Desde luego, no parece probable que se recete en los ambulatorios. A lo mejor nos llevamos hasta una sorpresa y descubrimos que hay quienes no quieren vivir más, porque este tránsito ya les parece suficiente penitencia.
Permanecer más en este mundo se hace insostenible, dirán los estadistas. Supondría un caos para la sanidad pública y quebraría la seguridad social. De hecho, con la cabeza fría, es la peor noticia que podría recibir un gobierno: Financiar investigación para que le fabriquen ciudadanos más resistentes, capaces de cobrar pensión durante cinco décadas. Un cataclismo para el estado del malestar.
Prefiero deslizarme a un lado más emocional. Si viviéramos más, nos daría más tiempo a enamorarnos, viajaríamos más, nos equivocaríamos más. Y todo eso es delicioso, porque es vivir.
Como dice Caballero Bonald, somos el tiempo que nos queda.