viernes, 20 de julio de 2012

Fuegos artificiales


La cultura, penalizada ahora con el IVA máximo, es un lujo. Por eso nos quedamos en la charanga, que es igual de cara pero más evanescente y mucho más aplaudida; ligera de consumir. Entre San Fermín y Santiago se han aprobado unos recortes económicos que han desatado la ira de miles de ciudadanos que ayer se quitaron el pañuelo rojo, se manifestaron con camiseta negra y hoy se anudan la pañoleta azul para acompañar el pistoletazo de la Semana Grande de Santander. Son inexplicables momentos de tregua y pandereta en medio de un escenario catastrófico, en un país rescatado, hundido, podrido que no sabe si mañana podrá pagar a sus funcionarios, pero que antepone la prioridad de la verbena ante la oscura realidad.
Llega el verano y todo parece recuperar ese frenesí festivalero de los felices años cumplidos; se puede renunciar a las becas, a aliviar la dependencia de nuestros mayores, a los subsidios de desempleo; podemos tragar con una menor y por tanto peor asistencia sanitaria, menos profesores, más IVA, menos trabajo. Pero la fiesta es sagrada y así, se van sucediendo las romerías con una alegría y un despilfarro sangrante, digno de mejores tiempos, en una estúpida inercia de banderolas, gigantillas y churros, como si de verdad tuviésemos algo que celebrar en tiempos de tanta necesidad.
Las familias ya pagaremos la subida del IVA sobre los consumos de luz, agua y teléfono de julio y agosto, y cuando llegue septiembre el material escolar de nuestros hijos habrá subido de precio, como casi todo. Pero no podemos renunciar a un verano sin fuegos artificiales.

El rey de España, que no está para mucho sacar pecho, se jacta de que otra persona en su lugar estaría de baja recuperándose la cadera y no de viaje oficial en Rusia. Se equivoca otra vez, otro en su lugar estaría jubilado, que es el destino más inmediato y redentor para un señor que a la vejez se ha soltado la coleta y no para de provocar a los ciudadanos desde su atalaya de sangre azul. Y Francisco Camps imparte clases de responsabilidad política en una universidad de verano. Estos fenómenos, entre otros, explican que la prima de riesgo española suba como los cohetes y chupinazos. A toda mecha; que es como prenden los absurdos y las incongruencias.