miércoles, 7 de noviembre de 2012

Libre te quiero


Agustín García Calvo fue un rebelde con causa que peleó con la vida en constante contracorriente, que es como tienen que navegar los intelectuales; sin aplausos, almíbar ni complacencia. Escribió artículos contra la familia, contra la democracia, contra la pareja y contra la paz pulverizando con su brutal sentido crítico los trampantojos que abrigan esos conceptos, desnudando su fragilidad.
‘Yo trato de privarme de ideas’, decía, ‘todos los días me quito alguna, pero siempre me quedan demasiadas’. Cargó siempre con el peso de haber sido uno de los intelectuales a quienes el franquismo apartó de sus cátedras, como Tierno Galván y López Aranguren. Pero García Calvo no comulgó ni con la dictadura ni con la democracia. Solo creía en la libertad que para él no representaba ninguno de los dos sistemas.
Singular, excéntrico, ácrata. Un ateo empedernido que murió el día de todos los santos. Disidente, contrario, incómodo. Su incombustible compromiso e inconformismo forjaron una voz propia extraordinariamente lúcida y seductora, profundamente incómoda a la vez para quienes presumen tener todas las respuestas.
Nunca se adaptó a las normas que le dictó este mundo, y expresó esa desavenencia más allá de la pose de un particular atuendo que envolvía su cuerpo con la misma rebeldía que brotaba su pensamiento intelectual.
Para García Calvo de existir alguna verdad, sería un gran interrogante. Esa inquietante dimensión en donde las respuestas nunca nos dejan satisfechos porque ese es a la vez, el único camino hacia la verdad, y hacia la libertad que la representa.
Quizá ahora que el mundo se desmorona nosotros nos enamoramos un poco más de otras palabras, de otras ideas que tambalean aquello que, aunque no somos, representamos. No podemos perseverar en la ceguera del fracaso, es hora de cuestionar el principio, el final y el futuro, y asimilar que a lo mejor García Calvo no era tan excéntrico y que todo esto fue un error. 
Prefiero perderte a que seas mía, glosó en el poema que más ha trascendido a través de la voz y música de Amancio Prada. Libre te quiero. Buena te quiero. Blanca te quiero. Pero no mía / ni de Dios / ni de nadie / ni tuya siquiera.