viernes, 22 de febrero de 2013

Hemeroteca de la sinrazón

Los científicos han descubierto que las focas, cuando están en el agua, saben dormir con la mitad de su cerebro. Curiosamente funcionan al contrario que algunos miembros, incluso ilustres, de nuestras comunidades de seres humanos, cuyo cerebro también funciona a medio gas, pero cuando están despiertos, lo cual es más preocupante.

Hace unos días la desempleada y televisiva Yola Berrocal – que sorprendió al mundo cuando aseguró tener un árbol ginecológico muy frondoso en su familia- anunció que se va de España y se puso como ejemplo de la fuga de cerebros. Con esos mimbres puede emigrar a California, al calor intelectual de Schwarzenegger, el exgobernador que atesora la propiedad intelectual de la frase: “Creo que el matrimonio homosexual es algo que debería darse entre un hombre y una mujer”.

Pero es que la gente presumiblemente más seria no le va a la zaga, lo cual, para nuestra desgracia, les convierte en productos no exportables que se perpetúan en el mercado nacional. “Actualmente no hay corrupción, la que estamos conociendo es de otra época”, pronunció recientemente el delirante González Pons. Esperanza Aguirre nos confesó que no llegaba a fin de mes. Zaplana que estaba en política para forrarse. “El oro me lo habían regalado mis padres”, se excusó Díaz Ferrán ante el juez. Rajoy y su primo, aquel que negaba el cambio climático. “El dinero público no es de nadie”, clamó Carmen Calvo. “La vivienda está cara en España porque los españoles pueden pagarla”, argumentó Cascos. “No son parados, son personas que se han apuntado al paro”, corrigió Zapatero al ser preguntado por el incremento del desempleo. Y la extraordinaria lucidez del entonces ministro Pepiño Blanco cuando dijo: “Hoy los españoles viven mejor que nunca, aunque alguno tiene algún problema”, en consonancia con Carmen Chacón que aseguró que los españoles nos habíamos hipotecado con cabeza. Floriano se ha hecho hueco con argumentos como “a los empleados imputados no se les puede despedir legalmente. Aunque la más explícita y concisa declaración política salio de la boca de Andrea Fabra, sin duda una de las voces más reputadas del hemiciclo.

“¿Para qué voy a condenar yo el franquismo”, razonaba Mayor Oreja con un espeluznante argumento democrático, “si representaba a la mayoría de la sociedad”. Las peras y las manzanas que sumaba Ana Botella, la conjunción planetaria de Leire Pajín, la oralidad catalana de la intimidad de Aznar, el café de 80 céntimos que tomaba Zapatero, los hilillos de plastilina de Rajoy, Celia Villalobos haciendo caldo con pata de pollo en plena crisis de las vacas locas, y las miembras de Bibiana Aído. “Eres mi escudo, Mariano”, clamaba Camps.

Carlos Menem aseguró que leía mucho a Sócrates y que tenía sus obras completas en la biblioteca de su casa. Un milagro, porque nunca escribió nada. Evo Morales está convencido de que comemos pollos hormonados que nos convierten en desviados sexuales. George Bush II confesó que la mayoría de las importaciones de Estados Unidos vienen de fuera de país. Y Chávez nos ha abierto la mente a la posibilidad científica de que la CIA pueda ir por ahí infectando de cáncer a la gente, “¿sería extraño que hubieran desarrollado una tecnología para inducir el cáncer y nadie lo sepa hasta ahora y se descubra esto dentro de 50 años? No lo sé, eso lo dejo a la reflexión". Menos mal que aquí Mariló nos lo aclara de un momento en su editorial, con esa clarividencia científico intelectual que comparte con Marina Castaño, la mujer que en plena guerra de Irak sostenía que las armas químicas pueden esconderse en un bote de garbanzos, para justificar que nadie las encontraba.

Ya decía Lincoln que hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios.