El principio de incertidumbre sostiene que el acto mismo de
observar cambia lo que se está observando. Ocurre a diario con la actualidad,
que se deforma con las versiones y visiones que se aplican sobre la misma con
un afán esclarecedor que provoca el resultado adverso de confundir.
Cuantas más explicaciones recibimos de un hecho menos
conocemos de él, porque éste va mutando en función de la interesada lectura que
se aplique. Y ocurre también con los suizos, que cuanto más se les analiza más cambian
nuestras impresiones sobre ellos.
Suiza es una enorme contradicción. Bulle el chocolate financiero
internacional que ampara fortunas de origen sospechosamente sucio y, a la vez,
fabrica ciudadanos ejemplares en conducta cívica. Los Alpes, los relojes suizos
y el chocolate conviven con la controvertida tradición del secreto bancario.
Mientras custodian y fermentan dinero obtenido en operaciones de controvertida
legalidad sus ciudadanos han aprobado en referéndum con un 67,9% a favor, limitar
el salario, indemnizaciones y primas de los directivos de las grandes empresas.
Los helvéticos han decidido que sean los accionistas y no
los propios directivos quiénes fijen sus remuneraciones. Algo insólito en
España, porque aquí los ciudadanos solo pueden manifestarse cada cuatro años para
decidir que siglas les gobiernan, ni siquiera que personas; mucho menos se
considera la posibilidad de preguntar su opinión sobre un tema concreto. Aquí
el que gana, impone.
Una medida como la que han aprobado los ciudadanos suizos,
votada masivamente en los 26 cantones, nunca podría tomarse en España donde se
gobierna con paños calientes. Donde las cuestiones de sentido común, como la
dación en pago, la prohibición de vender productos financieros tan agresivos
como las preferentes o la propia dinámica y responsabilidad de los consejos de
administración, nunca llegan a sustanciarse; donde quienes mandan siempre
buscan excusas para no hacer lo correcto, para no hacer leyes que atajen con
contundencia las injusticias que padecemos.
Hay cuestiones, como la aprobada en Suiza, que resulta estúpido
dejar en manos de quiénes nos gobiernan. Son los más interesados en que no
prospere porque su futuro es ser carne de consejo de administración. Hoy dice
el periódico que el exministro Acebes se ha librado del expediente por infracción
grave en una filial de Bankia porque desertó como consejero seis días antes de
que se cumpliera el plazo para aprobar las cuentas, para sentarse en el consejo
de Iberdrola a ganar 2.700 euros al mes.
Cuando alguien cobra tanto dinero, podría al menos asumir su
cuota de responsabilidad. Pero aquí, los de arriba, solo son partidarios de esa
Suiza bipolar que custodia los millones que saquean a los españoles. La otra,
la que fabrica ciudadanos con elevadas dosis de compromiso social e integridad
cívica no conviene. Es una amenaza para su burbuja de bienestar.