lunes, 11 de marzo de 2013

Ideológicamente descafeinados


Carlos Fuentes decía que el pasado está escrito en la memoria y el futuro está presente en el deseo. Pero una parte del pretérito se puede reescribir desde el presente ahora que las biografías de algunos personajes tienen una segunda oportunidad para salir a la luz, sin los errores de la primera edición.

En estos tiempos de zozobra por la quiebra capitalista en lugar de volver los ojos a Marx hemos resucitado a March. El contrabandista de tabaco mallorquín que acabó siendo uno de los banqueros más ricos del mundo ha sido exhumado para cotejar su adn con el de su presunta heredera bastarda. Hace poco desenterraron a Neruda, a Yaser Arafat, a Salvador Allende y hasta a la momia del general Prim, para aplicar las técnicas de CSI y dilucidar cómo murieron realmente.

Este constante desenterrar el pasado nos permite hacer lecturas diferentes y cambiar, si procede, la historia. Descubrir asesinatos, certificar hijos ilegítimos; ahora ya nadie se lleva sus secretos a la tumba porque estos son profanados con el acuse de una orden judicial.

Todo se analiza con rigor en los laboratorios, desde los esqueletos de Atapuerca hasta la composición de las albóndigas de Ikea. Toda materia puede analizarse y cuantificarse.

Ojalá fuese igual de fácil determinar el componente ideológico de los grandes partidos políticos, ahora que se presentan tan descafeinados y que tantas dificultades encuentran para averiguar qué opinión tienen de las cosas. Hoy, el alcalde de un pequeño municipio cántabro, presume en la prensa de que ha sido concejal con el PSOE y alcalde con el PP y ahora con el PRC. “Ser independiente me permite liderar cualquier lista”, explica. Él tiene los votos de la mayoría de sus vecinos y cada legislatura los subasta en una reñida puja en la que cada partido político hace sus promesas electorales. Entonces el alcalde se cuelga la escarapela del que más le conviene en ese momento. A eso le llama independencia.

En segundo plano quedan los principios, las motivaciones ideológicas, las convicciones. Lo importante es ganar. Por eso no conviene tener ideas demasiado contundentes sobre las cosas, no sea que se moleste algún votante. Algunas veces, véase el PSOE, hay que defender una cosa y la contraria, como en Cataluña. Y en el peor de los casos hacer como Carmen Chacón, mantenerse en una cobarde postura intermedia para no desairar a nadie, que es la forma de quedar mal con todos. La solución de los de arriba es sancionarles con una multa por no votar lo que ellos ordenan, sino en lo que creen o, al menos, lo que menos enturbia su futuro político. Otros, como el de Ponferrada, cuando tienen que elegir entre ser socialista o alcalde con el apoyo de un acosador se inclinan por lo segundo. Ya lo dijo Nietzsche  todo idealismo frente a la necesidad es un engaño, y toda convicción es una cárcel. Y lo remató Groucho Marx: Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros.
Pío Baroja lo explicaba muy bien. Somos grandes constructores de ilusiones, hasta que hacemos lo posible por destruirlas.