lunes, 18 de junio de 2012

El camino de vuelta


La vida está llena de incertidumbre y no tenemos agencias para calificar todos estos riesgos, ha reconocido en Santander el premio Nobel de economía Thomas Sargent. Ni la inestabilidad política griega, ni el agujero de Bankia, ni el posado veraniego de Ana Obregón, ni la falta de credibilidad de Zapatero. Se han agotado las excusas y la prima de riesgo continua ascendiendo con la fuerza de un cohete en un viaje hacia la incertidumbre y la desolación.

Grecia seguirá sufriendo en Europa, como Dívar hoy confiesa que su corazón sangra “por los jueces sencillos que trabajan en las mismas condiciones en las que yo he trabajado durante muchos años”. Imagino que se compadece de quienes nunca saborearán las mieles de los fines de semana gratis en Marbella. Incluso ahora que el Papa acaba de reconocer que los pecados de los sacerdotes han minado la credibilidad de la iglesia, Dívar se mantiene atrincherado en la soberbia de justificar lo injustificable, que son esos dispendios gastronómicos y hosteleros; como la inmortalidad estética de Álvarez Cascos, que nos va costar 190.000 euros, el precio del retrato que encargó al pintor Antonio López para que ilustre la galería de ministros.

¿Dónde está el error? Nos decían que en la burbuja de la construcción, ayer se culpó a los bancos, y hoy solo nos queda cuestionar a quienes nos gestionan en todos los ámbitos, en un desesperado intento por obtener alguna certeza. Un estudio desvela que España es el país con más políticos por habitante de Europa, una dilatación perfectamente inútil a la vista de los resultados.
Si ponemos la mirada sobre el propio aparato administrativo descubrimos enteleridos que los sueldos de los tres millones de empleados públicos que hay en España son mayores que lo que se recauda en impuestos. Para pagar a funcionarios, políticos y asesores se necesitan 123.000 millones de euros, la totalidad de los ingresos por IRPF e IVA, más la cuarta parte del impuesto de sociedades.

Pero todo puede ir a peor. Además del asedio al Peñón nos está próximo a invadir el pez conejo, un nocivo ejemplar herbívoro –voraz como los mercados financieros- que arrasa el Mediterráneo y avanza desde Sicilia para conquistar España, mientras el jefe del estado se ausenta a los emiratos para ir a un funeral, en gratitud a los dos Ferraris que guarda en su real garaje, e intenta colocarles 300 tanques militares con tecnología española.

Si hemos superado un camino plagado de mejillones cebra y mosquitos tigre, podremos también con la temible amenaza del pez conejo, sobre todo si dejamos en manos de los más inteligentes las riendas del país. Y el Nobel de Medicina Sidney Brenner ha dicho que el pulpo –además de tener la habilidad de elegir al ganador del Mundial de fútbol- es el primer organismo inteligente de la Tierra, que además tiene el mismo número de neuronas que un ratón, lo que al parecer garantiza cierto nivel de eficacia cerebral. Podemos invocar a que otros organismos con genomas más complejos que el nuestro resuelvan este jeroglífico financiero, político y social. 
Mientras tanto, Siria estalla en sangre, Grecia guarda el dinero bajo el colchón, Rusia se enfrenta a un nuevo zar y Europa trata de recorrer el camino de vuelta a casa a través del sendero de migajas que ha dejado el capitalismo salvaje que hemos alimentado. Solo queremos volver a ser lo que éramos, para volver a caer en lo que somos.
Hoy un historiador rescata estas palabras en la prensa. “Sí que existe una lucha de clases”, comentó Warren Buffet, el hombre más rico del mundo. “Y gana la mía”.