Habitamos un país de fuegos artificiales, toros y romerías
estivales, a pesar de que una de cada cuatro personas no tiene empleo. Desolador
escenario en el que Báñez, la mujer que en un fulgurante ascenso pasó de ama de
casa a ministra sin periodo de prácticas, disparó ayer hasta el infinito y sin
anestesia una de esas tracas que empequeñecen las fallas valencianas.
La señora consoló a los nuevos parados españoles diciendo que
no hay motivo de alarma, porque solo el 55% de ellos verá recortada su prestación.
Fátima, propietaria de seis pisos, una finca y un solar, no ha trabajado nunca
en nada y es, además, es uno de los 63 diputados con piso en Madrid que cobran
todos los meses 1.823 euros, además de su sueldo, en dietas por alojamiento.
La émula de Bibiana, aquella ingenua miembra que cubrió de
ridículo al Zapaterismo, comprenderá perfectamente a la rentista Baronesa
Thyssen que, después de vender un cuadro de su colección, ha pronunciado otra de
las grandes frases del verano: “Soy muy austera. Con 25 millones de euros me da
para vivir unos años”. Ambas competirán por el Nobel estival de la sandez, cada
año más disputado por la competencia de los ex presidentes de las cajas, de
Bankia e incluso de exreputados miembros de la judicatura como Dívar, a quien después
de los fines de semana que ha disfrutado a cuenta de todos encima hay que pagarle 208.000 euros de indemnización. El alcalde de Santander los puede conseguir rápidamente
porque en solo seis meses ha recaudado 1.321.000 euros en multas de tráfico y
otros 245.000 euros retirando coches con la grúa.
Ruiz Gallardón se marcha unos días a Nerja, a revivir su Verano
azul, y puede que en busca de un Chanquete espiritual que le aclare la bipolaridad ideológica que profesa. Afortunados huérfanos de
su enfermizo afán de protagonismo, para atender la petición de la oposición
siria –que busca un líder para comandar la transición- tendremos que recurrir a
su fotocopia local, que dirige los destinos de Santander y está constantemente
asomado a la foto. Cristina Kitchner ha considerado más rentable convertirse en mito y resucitar a
Evita, que en el limbo del pretérito, ya no puede restar protagonismo ni votos y
resulta, por tanto, una excelente evocación, ahora que se conmemoran los 60
años de la muerte de la controvertida mujer de Perón.
Pero, sin duda, una de las noticias más amargas y, sobre
todo, desconcertantes del día es que Bertín Osborne reaparece en La 2. Esa
sacrosanta cadena, hasta ahora preservada con extraordinario mimo como un
paraje natural televisivo reservada para una minoría, se deja -al parecer-
conquistar con desaliento por una de las celebridades que menos barniz de
dignidad intelectual y profesional ha aportado al panorama nacional. Siento que
esta decisión sacude los cimientos democráticos del país. Temo que si Bertín
salta a la pantalla de La 2 metafóricamente se dinamita uno de los escasos
referentes que atesoramos.
Tras esta operación intuyo un lamentable afán depredador
hacia esta reserva espiritual marginal que, la verdad, podían haber aislado en
su integridad para conservar un mínimo atisbo de dignidad catódica. Es solo un
símbolo, pero provoca una convulsión desalentadora. Aunque, para ser justos, creo
que este país empezó a no tener remedio el día que Punset se puso a anunciar
Pan Bimbo.