lunes, 9 de julio de 2012

La letra pequeña


El Gobierno se niega a evitar que nos estafen con los contratos pero, al menos, ha obligado a que la letra pequeña mida como mínimo 1,5 milímetros, según la circular del Banco de España publicada en el BOE. Piensan que, así, con este tamaño aún microscópico tendremos más posibilidades de percibir que nos están timando, que es para lo que de verdad sirven los contratos. La cuestión no es el tamaño, como ya se ha venido reconociendo en otros campos, sino la pericia del estafador para camuflar en una gramática confusa el envenenado compromiso que adquirimos al firmar.
Supongo que sería más sencillo ir al grano. Prohibir la letra pequeña de los contratos y obligar a que todo se firme en letra grande. Pero a veces quienes nos gobiernan piensan que lo sencillo, lo obvio y lo correcto, al parecer, no es lo más conveniente para nosotros.

España es por definición un país de letra pequeña. Ahora nos invade la tercera Rumasa, la trilogía del fracasado clan jerezano. La dinastía de la estafa continua se perpetua eludiendo el embargo judicial –alguna salvedad incluirá para la hacerlo posible las minúsculas finales- y, de momento, opera de forma clandestina. Mientras los diseñadores de cabecera de la duquesa de Alba, Vitorio & Lucchino, están en bancarrota, tal vez influida por los complicados diseños con los que han disfrazado durante años a esta señora.
                                                                                      
La pareja de reconocidos diseñadores puede apuntarse a las lanzaderas de empleo y emprendimiento solidario que se ha inventado el Gobierno de Cantabria para tener entretenidos a los parados. Al parecer la iniciativa -que no supera el concepto de ocurrencia- consiste en crear grupos heterogéneos liderados por un coach, dice la propaganda oficial, una especie de grupos de autoayuda para levantar el ánimo y decidir colectivamente cómo y donde van a buscar trabajo.
La cosa consiste en hacer un club de amiguitos en paro para crear –alucinen con la antítesis- ‘desempleados activos’, que estén todo el día discurriendo cómo pueden ganar dinero. Los beneficiados se captarán por anuncios en prensa y entrevistas personales, es decir, que habrá un proceso de selección para tener amiguitos, para crear nuestra pandilla de parados. Todo esto no es broma y, además, nos cuesta dinero.

Todas estas ocurrencias supongo que figuran en la letra pequeña de esos programas electorales que nunca se cumplen, igual que los contratos de las preferentes de los bancos, los de las tarifas de las compañías telefónicas, o los precios del kilowatio de las eléctricas.