martes, 10 de julio de 2012

La realidad líquida de Bauman


La crisis ha disparado los disparates, y como ante tiempos revueltos recomiendan aplicar la receta de la creatividad, a ello se han puesto algunos, con resultados cuestionables que nos han hecho añorar aquellos tiempos en los que no hacía falta pensar y nos dejábamos llevar por iniciativas ajenas.

La Universidad de Cantabria ha creado un grupo de inteligencia para detectar qué buscan los turistas en Santander, cuando probablemente sea más fácil y más barato preguntárselo a ellos mismos. El Ayuntamiento de Santander ha contratado a un experto para que diagnostique el estado del sistema cultural de la ciudad, cuestión que debería haberse abordado ya en el fracasado espejismo de la capitalidad europea. Y el Gobierno de Cantabria seleccionará grupos de parados para que compartan penas, mientras que en Santander se activa una cosa muy rara que se llama realidad aumentada.

Son algunas de las consecuencias de la creatividad y, tal vez, de esa modernidad líquida que el filósofo polaco Zygmunt Bauman dice que habitamos, de esa evanescencia y falta de compromiso por la que transitamos. Vivimos una cultura de lo efímero en un escenario de incertidumbre y, en lugar de mejorar la sociedad cada uno de nosotros buscamos un espacio cómodo y confortable, una burbuja propia desde la que abandonar al resto del mundo y a sus problemas. Mirar hacia otro lado. Y escapar. Es más fácil y menos comprometido surfear sobre la realidad líquida que nadar en ella, dice Bauman.

Es cierto. Pocos vamos más allá de arreglar el mundo desde el sofá y la barra del bar. Y cuando una vez nos indignamos y tomamos las plazas, enseguida se nos agotó la efervescencia y regresamos al silencio, a la porosa trinchera de nuestro hogar donde asimilamos con resignación las consignas que cada día nos hacen más pobres, y más nos alejan del paraíso prometido del liberalismo, el edén de libertad y riqueza consumista que solo disfrutan quienes nos empobrecen y quienes nos gobiernan.

Nos deslizamos sin ruido, ligeros, protegidos por un caparazón. Dóciles, que es la antesala de sumisos. Somos cómodos para el poder. Y los somos en las grandes cuestiones y en las pequeñas cosas.
Ya nadie se pregunta que será de Ángel y Paquita, esos ancianos enamorados condenados por los servicios sociales a separarse. Por si acaso el final es triste. Realidad líquida es un eufemismo de Bauman para referirse al estado de cobardía moral del que nos nutrimos.