jueves, 2 de agosto de 2012

Peligrosamente vulnerables


Un amigo en la infancia de su comunión compartió catequesis con un niño que, un día, cuando el cura planteó la archisabida cuestión ‘¿tú que quieres hacer de mayor?’, respondió con aplomo: “Vivir sin pensar”. Julito lo tenía muy claro. Acaso esas jornadas de catequesis iniciándose en profundidades tales como de donde venimos y adonde vamos habían confundido al pequeño, que solventó la duda entre razón y fe por la línea más corta y decidió aspirar a un futuro sin preguntas. Ya se dice que pensar genera mucha insatisfacción y el infante Julito decidió que la felicidad consistía en cuestionarse lo menos posible.  

Probablemente solo ese tipo de renuncia personal genera una sociedad capaz de dejarse dominar por los caprichos de los poderosos. El silencio puede ser cómplice de los peores males. Por ejemplo, si el Gobierno nos amenaza hoy con usar el artículo 155 de la Constitución, para tomar el control de las comunidades autónomas, nosotros podemos responder con el 35 y el 47, y reivindicar el derecho al trabajo y a una vivienda digna que nos asiste. Pero, si una vez más, nos callamos y dejamos hacer seguirán apelando únicamente a los derechos que les convienen y fabricando leyes nuevas a la medida de sus intereses.

Gracias a que en España proliferan los ‘Julitos’, el estado ha despojado a los más débiles de derechos y protección y, ahora, la mayoría de los ciudadanos de este país, somos marionetas de un ultraliberalismo feroz, estamos en manos de los poderosos que dominan un mercado que los políticos se niegan a regular para que puedan exprimirnos con todo tipo de tropelías, mientras nosotros nos atrincheramos en el silencio, en la mansedumbre o en el Chinchón, si es que aún podemos permitirnos olvidar las penas en la barra del bar.

Este país ha cambiado mucho en los últimos meses, y hoy no es ejemplo de nada. Se ha practicado una política de austeridad que consiste en despojar de derechos y amparo a los más pobres, para que los políticos y los ricos puedan seguir manteniendo sus privilegios. Como esos tres mil euros en taxi que pueden gastar los diputados nacionales que no tengan coche oficial, por mencionar un extravagante ejemplo.

Hoy nos dicen que el recibo de la luz tendrá un recargo de entre 50 y 90 euros al mes hasta diciembre, que a partir de septiembre se suma al incremento del IVA. Y los ciudadanos no bajamos los plomos en señal de protesta. No, cada vez más Julitos españoles admiten que su respuesta ha sido dejar de ver las noticias. Como si esta actitud, de ignorancia y pasividad, hubiera abierto alguna vez una puerta a la esperanza y la justicia a lo largo de la historia.

Somos, pues, una piel de toro mansa, sin efervescencia. Y eso nos convierte en peligrosamente vulnerables. No nos sacuden las injusticias, ni las primaveras revolucionarias, ni el espíritu de libertad de quienes se levantan en armas en Libia o Siria.

Hace trece días Bielorrusia fue invadida por un ejército de ositos de peluche. Un avión sueco cruzó el cielo lanzando cientos de muñecos con mensajes pacifistas. Bombardeaban de manera simbólica la dictadura europea del extravagante Lukashenko, con la que varios países de la UE tienen acuerdos comerciales. Por supuesto, también participa en Eurovisión y compite al fútbol en la copa de Europa. A los gobernantes de esta vieja Europa en catarsis poco importa que los bielorrusos no sean libres. Pero ya se sabe que el liberalismo ni tiene fronteras, ni escrúpulos.