miércoles, 1 de agosto de 2012

El lado oscuro del Mediterráneo


Todos los días, a las once de la mañana, la librería del Ministerio de Defensa cierra la media hora de café que se toma su responsable, una señora que trabaja de nueve a dos. Es un tentempié matinal difícil de digerir para el común de los ciudadanos. Pero si miramos para otro lado, hay algo obsceno en esas escenas de vacaciones en el mar de Marivent, donde la familia real flota indolente al calor del verano en yates de lujo y Sofía va de compras y conduce un Mercedes por las calles de Mallorca.
Dicen que han renunciado a utilizar el megayate Fortuna –no iba a llamarse Pobreza- porque llenar el depósito cuesta 26.000 euros, osea 65 subsidios para parados sin paro de los que se quiere cargar Rajoy. Y se han dado cuenta ahora del despilfarro, cuando han estado años tirando de la gasolina pública.
Lo más hilarante es que para aparentar falsa austeridad dicen que navegan en un ejemplar más modesto que rebajan al calificativo de lancha, a pesar de que en la proa cabe y sobra toda la prole de Urdangarín, siempre dando ejemplo. Si Iñaki no dimite de yernísimo, la alcaldesa de Alicante tampoco piensa dimitir si se confirma su imputación por tres delitos graves: Cohecho, tráfico de influencias y revelación de información privilegiada. En ese lado oscuro del Mediterráneo, a los hijos políticos de Camps y Fabra, no les parecen razones suficientes. Si hasta ha hecho falta un mandado judicial -contra el deseo de Rita Barberá- para que, treinta y seis años después de muerto, el dictador Franco deje de ser alcalde honorífico de Valencia.

En la capital del reino, Moliner empieza con mal pie en el Supremo: Invitando a comer al ministro Gallardón en el comedor construido por Dívar en la sede judicial y que no llegó a estrenar, con tanto ajetreo marbellí. Algún día el paranormal fenómeno Iker Jiménez podrá desvelar el enigma de por qué esta gente no puede reunirse en horario de trabajo y comer en su casa -a quienes le espere allí un plato, que cada día más recurren al comedor social-.

Tantos indicios de confianza en el país generan una réplica bipolar interna: Entre los pobres, incrementan la indignación; y entre los ricos, la fuga de capitales. En seis meses acaudalados ciudadanos de toda condición han sacado de España 163.000 millones.
El Comité de Derechos Económicos de la ONU asegura que la congelación del salario mínimo no permite un nivel de vida digno en España. Pero no pasa nada. La reina y sus nietos al sol de Marivent; Urdangarín en su palacete de Pedralbes; Moliner y Gallardón de sobremesa; el Gobierno de Cantabria encargando otro informe, y otro, y otro, así hasta que uno le de la razón y se puedan volver a abrir las cuevas de Altamira; Ángel condenado a vivir sin Paquita tras cumplirse la amenaza de un inútil y desconcertante exilio a Laredo; y pregonamos orgullosos que la Fundación Comillas tendrá una academia del agua, precisamente cuando el proyecto hace idem.

Todavía hay quien saca pecho y abunda en el descrédito. “En Cantabria no hay muertos que tengan su tarjeta sanitaria activa”, se felicitan quienes mandan. Lo grave es que hay vivos que tampoco la tienen.