jueves, 22 de noviembre de 2012

Esclavos de la necesidad


Un hombre entró en un banco de Málaga. Caminó hasta el primer mostrador de la oficina y susurró al empleado: “Voy armado, pero no les voy a hacer daño ni vengo a robar nada. Llamen a la policía”. “Solo quiero que me metan en la cárcel”, explicó con un hilo de voz. Dejó sobre la mesa un palo de madera y un cuchillo de cocina, se arrodilló en un extremo de la oficina y se dispuso a esperar.

La policía rodeó la sucursal y un negociador llamó por teléfono al banco para hablar con el extravagante atracador. Resultó ser un empresario de 35 años quebrado por el fracaso, ahogado por las deudas. Pero hasta en su última aventura emprendedora ha tenido mala suerte. No ha conseguido su disparatado propósito de ir a prisión porque el fiscal, dado el amago, solo le acusa de una falta de coacciones y no de intento de robo, porque se le olvidó cometer el delito.

Para evitar este naufragio hubiese sido más efectivo explorar otras vías más sencillas de delinquir, como provocar a Cifuentes convocando una manifestación de ciudadanos desesperados. Ahí habría tenido verdaderas opciones, a menos que tuviese la mala fortuna de tropezar con algún juez ácrata, que es como el gobierno define a los magistrados que se toman la ley en serio y no les dan permanentemente la razón.

El fin de la fracasada operación si merece una reflexión más profunda. Refleja la desesperación de un hombre arruinado moral y financieramente que considera que merece ser castigado con la cárcel para resarcir el daño que económicamente no puede reparar. Tal vez simplemente, derrotado e impotente, busca un cálido cobijo en la cárcel donde tiene alojamiento, comida y asistencia sanitaria gratis. Es, de hecho, la única manera que tiene un ciudadano de conseguir que el estado cubra sus necesidades. El precio es muy alto: La Libertad, que es su único patrimonio.

En este país, renunciar a la libertad es la única forma de malvivir sin mendigar. Una extraña forma de dignidad. Es absurdo que alguien sacrifique su libertad a cambio de cama y comida.  Pero de que te sirve la libertad cuando nada es libre, porque nada es gratis. Cuando todas las manzanas de todos los árboles tienen dueño. Séneca decía que ser libre es no ser esclavo de nada. De ninguna necesidad.