El hombre es un experimento, el tiempo demostrará si valía la
pena. La frase de Mark Twain ilustra hoy la certeza de una realidad fracasada. El
único animal que –como él mismo dijo- come sin
tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir, parece haber
renunciado a explotar su inteligencia y habilidad a favor de otras especies,
como el perro. En algún rincón del mundo han enseñado a conducir a unos cuántos
canes abandonados, y el otro día era noticia que unos perros austriacos son capaces de detectar el cáncer de pulmón por el
olfato.
Hay que
admitir que el hombre sigue practicando un comportamiento poco refinado,
demasiado animal, sin esperanzas de reconducirse, absolutamente corrompido por
la avaricia y el consumo, que en el fondo viene a ser dinero y poder. Quizá por
eso, ahora hay un afán por recurrir al perro, conscientes al fin de que la
telebasura es la realidad, y no un fingido espectáculo de degradación moral del
hombre, la única criatura que rechaza ser quién es, que dijo Albert Camus.
Cuando
nos contemplamos en la televisión uno acaba coincidiendo con Nietzsche en que
el hombre debe ser superado. No se sabe si por el perro o alguna otra espabilada
mascota con una mayor resistencia al atajo de males de la sociedad que
veneramos como avanzada. Si como enunció Kant, el hombre no es más que lo que
la educación hace de él –‘no es sino lo que sabe’, expresó Bacon-, corremos el
peligro de que tal vez un perro o un mono sean capaces de aprender con más
dignidad y acierto.
Sartre
ya previno que el hombre es lo que hace de si mismo. Que con excesiva costumbre
es menoscabar su dignidad y la de sus semejantes, ejercer la codicia, el
individualismo. Suplir el humanismo por el consumismo. Nos dicen que gastar
para reactivar el consumo es la única manera de vivir.
Además
de comprar podemos pensar, aunque hoy es un ejercicio de atrevimiento extremo e
incluso de riesgo, por aquello que podamos descubrir. Si nos mantenemos bajo
los narcotizantes efectos de esta amnesia y anestesia colectiva, intentando
sobrevivir sin hacer ruido ni cuestionar nada, pronto nos sustituirán por perros
que olfatean enfermedades y conducen coches.
Pensar
es más interesante que saber, decía Unanumo. También quedan ustedes, algunos
hombres buenos, que piensan mientras conducen. Aunque solo sea en la reserva moral
de su propia conciencia.