jueves, 13 de diciembre de 2012

El hombre sin pensamientos


El hombre es un experimento, el tiempo demostrará si valía la pena. La frase de Mark Twain ilustra hoy la certeza de una realidad fracasada. El único animal que –como él mismo dijo- come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir, parece haber renunciado a explotar su inteligencia y habilidad a favor de otras especies, como el perro. En algún rincón del mundo han enseñado a conducir a unos cuántos canes abandonados, y el otro día era noticia que unos perros austriacos son capaces de detectar el cáncer de pulmón por el olfato.
Hay que admitir que el hombre sigue practicando un comportamiento poco refinado, demasiado animal, sin esperanzas de reconducirse, absolutamente corrompido por la avaricia y el consumo, que en el fondo viene a ser dinero y poder. Quizá por eso, ahora hay un afán por recurrir al perro, conscientes al fin de que la telebasura es la realidad, y no un fingido espectáculo de degradación moral del hombre, la única criatura que rechaza ser quién es, que dijo Albert Camus.
Cuando nos contemplamos en la televisión uno acaba coincidiendo con Nietzsche en que el hombre debe ser superado. No se sabe si por el perro o alguna otra espabilada mascota con una mayor resistencia al atajo de males de la sociedad que veneramos como avanzada. Si como enunció Kant, el hombre no es más que lo que la educación hace de él –‘no es sino lo que sabe’, expresó Bacon-, corremos el peligro de que tal vez un perro o un mono sean capaces de aprender con más dignidad y acierto.
Sartre ya previno que el hombre es lo que hace de si mismo. Que con excesiva costumbre es menoscabar su dignidad y la de sus semejantes, ejercer la codicia, el individualismo. Suplir el humanismo por el consumismo. Nos dicen que gastar para reactivar el consumo es la única manera de vivir.

Además de comprar podemos pensar, aunque hoy es un ejercicio de atrevimiento extremo e incluso de riesgo, por aquello que podamos descubrir. Si nos mantenemos bajo los narcotizantes efectos de esta amnesia y anestesia colectiva, intentando sobrevivir sin hacer ruido ni cuestionar nada, pronto nos sustituirán por perros que olfatean enfermedades y conducen coches.

Pensar es más interesante que saber, decía Unanumo. También quedan ustedes, algunos hombres buenos, que piensan mientras conducen. Aunque solo sea en la reserva moral  de su propia conciencia.