viernes, 8 de febrero de 2013

La caja negra


El absurdo convencimiento de que enseñar la declaración de Hacienda demuestra que uno es un ciudadano honrado, es otra de las trampas en la que nos quieren hacer caer algunos políticos ahora prisioneros de la corrupción.

De todos es sabido que la sinceridad en la declaración de la renta es patrimonio de muy pocos, costumbre raramente practicada en esta turbulenta España, y afeada incluso por quienes practican el deporte nacional del fraude.

Resulta jocoso que algunos políticos bajo sospecha recurran a una artillería tan ridícula como intentar demostrar su honestidad con la mera confesión de su patrimonio –fácil de camuflar- sin soporte documental alguno, o con la declaración de la renta que, recordemos todos, a Díaz Ferrán le dio a devolver. Hoy está en la cárcel.

Pero es que lo realmente importante no es lo que tienen ahora, no es con cuánto llegan a la política… sino con cuanto salen. La estadística interesante sería comprobar cómo se han abultado los patrimonios y cuentas corrientes de algunos después de haber ocupado un cargo público. Uno de esos que, según Rajoy, tal mal pagados están. Aunque Mariano, una especie de redentor de los pecados socialdemócratas de España enviado por el liberalismo mesiánico para salvar al país, se sacrifica perdiendo dinero, como nos quiere hacer creer, y de paso, también cada día un poco más de dignidad permitiendo ese trasiego de cajas negras a su alrededor.

Pero es que, encima, llevamos una semana esperando a que el presidente encuentre su declaración de la renta en los cajones de Moncloa, que no es que el documento pruebe honorabilidad ninguna, pero es otro compromiso incumplido más, otra escandalosa muestra de los caramelos envenenados que nos disparan en sus discursos, otra impúdica exhibición de su notoria falta de credibilidad.

Ayer una mujer entró en el Louvre e hizo una pintada con rotulador negro sobre el cuadro de Delacroix La libertad guiando al pueblo. Quizá escenificando el fracaso de esa revolución que nos ha conducido hacia una democracia podrida y falta de humanidad.

Dicen que la historia siempre se repite, así que los judíos han inventado un programa informático que predice el futuro analizando la información publicada por los periódicos. Solo nos queda resignarnos a eso, a teoría del eterno retorno. El mundo arde en el fuego del capitalismo salvaje, la corrupción moral y la codicia para volver a crearse y que los mismos actos ocurran una vez más en él.

Nada nos salvará. Nuestro error es querer que esto vuelva a ser como antes. Y que nos sigan regalando móviles y concediendo hipotecas.