viernes, 15 de febrero de 2013

Torpezas con clase


Norman Foster, el hombre que firma inodoros de diseño para retaguardias de élite, se ha cargado una escultura de 55.000 euros en ARCO. La pieza se llama ‘Ejercicios para chupar el mundo’ y quedó bastante afectada por la involuntaria embestida del marido de la doctora Ochoa. De hecho, mutiló dedos y orejas, pero como el destrozo ha sido realizado por una personalidad de tal calibre, ni el autor de la pieza ni la feria denunciarán al relevante arquitecto ni le exigirán indemnización alguna. El padre de la criatura se acercó al día siguiente para recomponerla, probablemente satisfecho de la notoriedad que, gracias al culazo que propinó Foster, ha cobrado su pieza de resina que podría haber pasado por la feria absolutamente desapercibida.

La torpeza de Foster queda disculpada, especialmente por ser quien es. Es un poco como los exministros y demás políticos españoles que cuando dejan el cargo se van de gira por los consejos de administración de las multinacionales o incluso la presidencia de instituciones, sin que su hoja de servicios académicos y profesionales justifique los escandalosos emolumentos que reciben solo por explotar sus contactos en las altas instancias. 
Véase Acebes. Después de 24 años cobrando sueldos públicos se jubila de la primera línea política en dos consejos de administración. Está imputado por su pertenencia a uno de ellos, el de Bankia, y en el otro, el de Iberdrola, ha estado cobrando 27.000 euros al mes. La pregunta es qué clase de servicios profesionales realiza a cambio de tan jugosa remuneración. La reflexión es que si no untasen con tanto despilfarro salarial a sus consejeros a lo mejor no nos subían tanto el recibo de la luz. La tercera es la constatación de que, por desgracia, la mayoría de los consejos de administración son cementerios de elefantes políticos, sin más mérito que su presunta capacidad de influir en las decisiones políticas para que beneficien sus intereses privados, lo cual no es para sentirse orgulloso.

Es una tentación en la caen todos. Aznar y Elena Salgado cobran de Endesa –no solo la política hace extraños compañeros-,  Felipe González de Gas Natural, Ana Palacio de HC Energía, Javier Solana de Acciona. Solbes, que tiró la toalla cuando se marchitó la economía nacional, en Enel. Zaplana encontró un asiento cómodo en Telefónica, donde compartió tareas con Urdangarín. Abel Matutes e Isabel Tocino ficharon por el Banco Santander. También la familia tiene hueco en el fabuloso mercado de las remuneraciones estratosféricas. El marido de Soraya se ha colocado en Telefónica y el de Cospedal en Iberdrola. Justo cuando sus esposas han pasado a tener poder.  

Qué vamos a esperar de un país donde uno quiebra Bankia y le premian con un puesto en el consejo de administración de Telefónica. Y luego exportan a la generación de jóvenes mejor preparada de la historia de España, esa que no podrá acceder a los sillones de los consejos de administración de las grandes empresas a menos que se destroce la reputación en el fango político.