viernes, 22 de marzo de 2013

La primavera negra


Los ciudadanos de Corea del Norte están obligados a peinarse cómo dice su amado líder, Kim Jong Un, según un catálogo de los cortes de pelo permitidos por el dictador. Diez modelos capilares para los hombres y dieciocho para las mujeres. Probablemente mayor variedad de la que la férrea tiranía de la moda impone en la estética de ciudadanos presumiblemente libres.

En Turkmenkistán, otro tirano, Nizayov, prohibió el maquillaje, los dientes de oro y los playbacks en los conciertos. Cuando en España no somos capaces de prohibir ni los conciertos de Justin Bieber, ni las preferentes, ni la dación en pago. Ni siquiera impedir que, por ejemplo, un señor que tiene 22 millones de euros en Suiza cobre el paro.

La Rumanía de Ceaucescu implantó la Ley de Continuidad Nacional, que obligó a las mujeres a tener un mínimo de cuatro hijos por deber patriótico. Algo impensable en España, por el elevado coste para la sanidad y la educación pública que supondría tal medida. Elena, la mujer del dictador rumano, analfabeta hasta la médula, fue nombrada miembro de la Academia de las Ciencias de Nueva York y el Instituto Real de Química, y su nombre aparecía en todas las investigaciones científicas del país. Aquí, Corinna, en calidad de amiga entrañable del rey, ha realizado algunas misiones secretas de alta diplomacia para España, servicios para la corona, e incluso se ha ganado una comisión organizando la luna de miel de los príncipes de Asturias.

Idi Amin, el sanguinario tirano ugandés que guardaba en la nevera las cabezas de sus enemigos políticos, escribía cartas de amor a Isabel II. Rajoy no se esfuerza en cortejar a Merkel, y ya hasta los chipriotas se defienden con más coraje de los desatinos de la dictadura europea, que es una maquinaria insensible dirigida por intereses financieros.

Hacienda castiga sin subvenciones para trasplantes de órganos a las comunidades autónomas con más déficit. Hemos rescatado a los bancos, para que así ellos hayan podido embargarnos cien mil viviendas. Un país arruinado, donde el 28 por ciento de la población es pobre, aspira a organizar unos juegos olímpicos y reparte 52 millones de euros en subvenciones para los partidos políticos, la mitad para el que gobierna.

Algunos de los referentes morales y éticos de los países democráticos son los Nobel de la Paz, Obama, quien ampara guerras y asesina malhechores sin juicio ni justicia; o Lech Walesa, azote de homosexuales.

La delirante biografía oficial del coreano Kim Jong II decía que hasta el tiempo podía cambiar en función del estado de ánimo de su líder. A ver si el estado de ánimo colectivo, de quienes nos creemos los primeros en la clase en la asignatura democrática, nos salva de otra primavera negra.