lunes, 10 de septiembre de 2012

Ardientes desvaríos


Qué mal acostumbrado están los franceses. El hombre más rico del país se les fuga a Bélgica para pagar menos impuestos y esta circunstancia desata un cabreo monumental en el país. Aquí, en la ínsula de Barataria, llevamos años aplaudiendo a millonarios deportistas que cotizan sus medallas de oro en paraísos extranjeros y a empresarios como Florentino o Ana Rosa que escabullen sus obligaciones fiscales amparados en el invento de las SICAV. Y, la verdad, nunca nos han escandalizado tales comportamientos. Por eso, provoca hilaridad que algunos piensen que Hollande no debe apretar el cinturón a los ricos, no sea que se molesten.

En España los pudientes no llevan ni correa, se aguantan los pantalones con tirantes para que la gravedad no les deje al desnudo las vergüenzas de sus negocios y patrimonios, mientras el resto de los ciudadanos somos los portadores de ese cinturón fiscal único para salvar el país.

Además, quienes ya no alcancen el derecho a un trabajo indigno pueden ser obligados a colaborar en la extinción de incendios. El Gobierno de este país pretende tratar a los desempleados como esclavos desprovistos de derechos, cuando son trabajadores que han forjado su derecho al subsidio cotizando previamente más de lo que van a recibir, no cómo la improductiva Fátima Báñez que no ha trabajado en su vida hasta que, en compensación, la nombraron ministra del ramo.

No se, puestos a proponer despropósitos, que saquen a los presos de las cárceles –esos sí que son un lastre para el estado: Alojamiento, comida y atención sanitaria gratis- para ejercer de bomberos, o que convoquen para las ardientes faenas de apagafuegos a la enorme lista de defraudadores de Hacienda o morosos de la Seguridad Social. Sería un gustazo ver la foto de algunos presidentes de clubes de fútbol tirando de manguera.